“Intervalos” y “Staten Island, mi historia”, Entrevista a Rocío Uchofen


 

El título Intervalos alude, como se lee en la presentación y el prólogo, a las pausas, a los silencios, a veces obligatorios, por los que pasa o padece una mujer escritora; pero también, asimismo, a las conexiones y a las bifurcaciones. ¿Nos puedes hablar de este punto de modo genérico y también sobre tus propios intervalos en tu trabajo como poeta y narradora?

Intervalos, que fue el título elegido entre las 12 narradoras (tuvimos una reunión Zoom para discutir títulos, pasos a seguir etc.), tiene varias interpretaciones y allí está la riqueza de nombrar así a nuestra antología. En primer lugar, cada narradora tenía su propio intervalo, que no solamente alude a los silencios (que los ha habido, al menos en mi parte, puede hallar varios) sino que también a las bifurcaciones creativas. En mi caso, creo que mi bifurcación alude tanto a la dicotomía poesía/narrativa, como a los otros caminos creativos que he andado, como ingresar al mundo de la radio o tocar instrumentos (violín e instrumentos de viento). Incluso el trabajo alterno de la interpretación y traducción es un intervalo en mi vida creativa. Como mujer creo que nuestras vidas están marcadas por esos espacios en el que una crece en experiencias (el hecho de ser madre, de aprender una profesión, de asentarse en un lugar, etc.)

El gusto de fabular y escribir cuentos me viene desde hace muchos años; yo publiqué en revistas en Lima antes de partir, incluso tuve algunas menciones en concursos como Magda Portal, juegos florales de EEGGLL, etc. Llegar a una nueva vida, el inicio de la madurez (si se le puede llamar así) incluyó también un ingresar a mi interior y hallarme con esa voz poética que ya no te cuenta historias, sino que quiere plasmar un mundo que se me venía encima. Escribir y, sobre todo, publicar poesía fue un paso que tomé en Nueva York, un paso necesario. Mi poesía habla de muchas cosas, de mi encuentro de dos mundos, de la liberación de ciertas ataduras, de la nueva vida.

El libro reúne cuentos y relatos de doce escritoras peruanas, en su mayoría de la promoción de los 90. Están: Erika Almenara, Lisette Balabarca Fataccioli, Alicia del Águila, Irma del Águila, Rossana Díaz Costa, Yeniva Fernández, Ofelia Huamanchumo de la Cuba, Fiorella Magan Cafferata, Viviana Mellet, Carla Sagástegui, Nataly Villena Vega, y tú. ¿Qué nos podrías decir sobre aquella década? ¿De qué manera te marcó?

A los 90 los recuerdo con mucho cariño, en primer lugar, porque la juventud nos daba esa euforia para escribir. Yo escribía mucho en aquella época, tal vez no textos de alta calidad, pero lo que recuerdo es la energía, porque no necesitaba estar en un escritorio o un lugar especial. Escribía en la combi, me acordaba de las ideas que tenía, escribía en el parque, luego de una clase, etc. Leía mucho, además, yo solía pasar horas en la biblioteca de la PUCP, devorando libro tras libro. No era muy sociable cuando estaba con esas ganas de leer, pero tenía momentos en los que participaba con los demás, sobre todo los chicos de la facultad y de los talleres literarios. Los amigos escritorxs que hice en los 90, aun los conservo, las distancias no nos han separado.

Aquella época fue rica en talleres y lecturas, recuerdo los encuentros de narradores jóvenes. Yo participé en el segundo que se dio en el año 1991. Barranco era un centro de marcada actividad cultural, pero no era el único lugar para las personas de mi generación. Creo que a pesar de los “toques de queda” y los “paros armados”, de los apagones y la inestabilidad política, de la crisis económica y el miedo general, tuvimos oportunidades para participar del circuito literario. Existían talleres de narrativa, yo participé de varios y compartí inclusive con escritores de mayor edad como Antonio Stojnic, Luis Fernando Vidal, Carmen Guizado, etc. Había un grupo de narradoras llamado Anillo de Moebius, recuerdo haber conocido a Yeniva Fernández en ese grupo.  A Lisette, Ofelia y Rossana las conocí en la universidad, llevamos varios cursos juntas, incluso recuerdo talleres de creación literaria. Hubo uno de cuento que llevamos como parte de la currícula de la facultad de Lingüística y Literatura, lo dictaba Harry Belevan.

Un incentivo inmenso fue el concurso Magda Portal, organizado por Flora Tristán, recuerdo una foto en la que estamos con Viviana Mellet, Fiorella Magan, Carla Sagástegui, Alicia del Águila, con nuestros platos recordatorios en la mano. Fue una época de mucho aprendizaje, tal vez no fuimos muy políticos (y probablemente hablo en sentido personal aquí). Mi generación fue testigo del autogolpe, de la dictadura de Fujimori, de las desapariciones y otros abusos; no tomamos la calle porque la calle estaba tomada, subías a un autobús y a las pocas cuadras lo paraban los militares para pedir documentos. Había un ambiente de inseguridad donde cualquier comentario te situaba dentro de cierto grupo de cuidado. Mi madre solía decirme: “No des tu opinión en público, no hables con extraños…” Sin embargo, las cosas sucedían y la impunidad era asquerosa. Recuerdo cuando desapareció Ernesto Castillo, estudiante de sociología de la PUCP; los alumnos salimos por el “tontódromo” a protestar la desaparición y la idea era salir, pero no pudimos hacerlo, las autoridades de la época solo nos dejaron avanzar por un trecho de la universidad, en caso contrario seríamos expulsados. Era un grupo grande, pero nadie quería dejar la universidad. Al ver los sucesos de ahora en Perú, me lleno de un orgullo inmenso; nosotros en nuestra época no pudimos hacer lo mismo porque los paradigmas no son los mismos; sin embargo, me he sentido muy conmovida y entusiasmada por esa fuerza de la juventud peruana, la generación del bicentenario.

Yo dejé el Perú en 1996, el año que me gradué. No fue una decisión fácil pero luego de tantos años, me doy cuenta de que fue necesaria. No creo que pudiera haber seguido escribiendo si me hubiese quedado en Lima, sinceramente, no lo creo.  Llegar a otro país y asentarme en otro lenguaje y territorio no ha sido fácil, pero ha valido la pena. Desde el punto creativo significó mucho porque modificó mis puntos de vista y me abrió el camino a muchas otras experiencias. Creo que los escritores necesitan eso, experimentar espacios y tiempos, modificar sus vidas, vivir en extremos que vuelquen la estabilidad, pasar de un mundo al otro.

Cuéntanos sobre la elaboración de Intervalos. Se dice que la idea nació cuando estaban algunas de ustedes en el Museo de la Memoria, y que trabajaron en conjunto sobre su edición. ¿Cómo ha sido este hermoso trabajo en plena pandemia?

Cada vez que voy a Lima me encuentro con los escritores que aún están allá y, a pesar de que los tiempos no son los mismos, tenemos una amistad creadora. Intervalos surgió de la amistad con las narradoras. En nuestras conversaciones surgía siempre esa necesidad de hacer algo con nuestros textos. Como dice el prólogo, cierto día estaba con Viviana Mellet y Fiorella Magan de visita en el LUM y al salir, conversando de nuestras impresiones, mientras la brisa del Océano Pacífico nos alborotaba los cabellos, nos llegó la idea necesaria de crear una antología de narradoras. Eso fue hace casi dos años. A mí la idea de la antología me dio cierto tipo de energía que ya la conozco; es decir, tenía que hacerla para ser feliz. Luego de esa visita al LUM, me encontré con Yeniva Fernández en la FIL, no nos veíamos desde los noventa, a pesar de haber estado comunicadas por email; al conversar nos dimos cuenta de que ella también había pasado por un proceso de silencio, para luego regresar a la escritura. Al inicio intentamos una suerte de taller de cuento, puedo decir que fue muy estimulante leer nuevamente los cuentos nuevos de mis amigas. Éramos sólo Viviana, Fiorella, Yeniva y yo, no creo que duramos mucho, nuestras múltiples ocupaciones nos jalaban hacia otro lado. Por mi parte estuve conversando acerca de la antología con cuanta narradora me encontraba ya sea en forma virtual o presencial. Mi programa de radio tiene un sub-programa recurrente que se llama “Las Narradoras”, que me ha permitido contactarme con escritoras de varios países. Cuando conversaba con ellas me daba cuenta que muchas habían pasado por lo mismo que nosotras, un silencio, una bifurcación hacia otro cauce creativo y luego el regreso. Cuando llegó la pandemia nos encontramos con mucho tiempo entre las manos y energía para iniciar proyectos. Gracias al internet pudimos contactar a varias narradoras, porque, aunque la antología tiene doce, las narradoras peruanas son mucho más que una docena. Yo conversé con varias, no todas tenían el tiempo o la necesidad de publicar en ese momento. Pero ha sido un placer, una experiencia de sororidad el trabajar de forma horizontal con las otras 11 publicadas. Todas son mujeres no solamente creativas e inteligentes, sino además poseedoras de una tremenda madurez emocional. Cada una revisó su cuento y luego se formó un grupo de revisión extrema donde estaban Viviana, Fiorella y Ofelia; otras escritoras ayudaron con la publicidad, la nota de prensa, los contactos para enviar invitaciones a leernos, etc. La crítica Rocío Ferreira nos hizo un prólogo estupendo. En esos meses todas estuvimos en constante comunicación vía WhatsApp, y también hubo tiempo para celebrar los triunfos, efemérides o también para apoyarnos en momentos de dificultad. Entre todas votamos por la carátula y los colores del libro. Fue un trabajo extenso. Por lo de la pandemia no tuvimos la oportunidad de imprimir el libro o buscar editorial, además varias de las narradoras no viven en Perú: Ofelia y Nataly se encuentran en Europa; Lisette, Erika y yo estamos en Estados Unidos, iba a ser algo difícil mover los libros sin una plataforma electrónica, así que decidimos usar Amazon que permite conseguir el libro electrónico en casi todo el planeta. Es una antología de narradoras peruanas, pero tenemos lectores que traspasan fronteras. 



Este 2020 también has editado Staten Island, mi historia, que reúne a 14 narradores que provienen de México, Chile, Ecuador, Perú, EEUU y Cuba, y que viven en esta ciudad de los Estados Unidos. ¿Cómo surgió el proyecto del libro?

Vivo en Staten Island que es un condado de la ciudad de Nueva York, cada año se dan estímulos a los artistas para crear. Yo vivo en esta isla por casi veinte años y en realidad nunca postulé a ningún incentivo porque me dediqué por mucho tiempo a mi trabajo y, si bien conozco a varios escritores, no era lo suficientemente sociable para enterarme de los proyectos. Sucedió que hace tres años fui invitada a crear un programa en Maker Park radio, en español, el primero en la isla, se llama Híbrido Literario, gracias a él he tenido acceso a información de proyectos y a contactarme con la población latina quien siempre tiene mucho que decir. La idea de formar la antología surgió como contraparte hacia cierta reticencia de algunos grupos en aceptar que la comunidad latina en la isla tiene mucho que aportar. Además, el deseo que tengo de leer historias y revivir un poco los talleres de cuento que solía dictar en los 90 junto a otros escritores, como Mario Michelena, quien también vive en Nueva York. Staten Island Arts aceptó mi propuesta y me estaba poniendo manos a la obra cuando sucedió la pandemia, lo que significaba no hacer el taller en persona, así que decidí moverlo a las redes sociales. Abrí una página en Facebook y empezamos  a postear la idea. Me alegró mucho la participación de gente de diversos países y si bien fue harto trabajo, porque la antología es bilingüe, creo que no salió del todo mal. Mi idea era incentivar la lectura, además; por eso decidí utilizar traductores jóvenes, dos de ellas totalmente bilingües. Gracias a la ayuda de Mario Michelena y su esposa María José Zubieta pudimos salvar escollos en la traducción. El resultado ha sido que la gente de la isla que no habla inglés ha disfrutado las historias reunidas. He recibido muchos comentarios. Gracias al incentivo un buen grupo de libros fue donado a personas de la isla, además que otro grupo va para las bibliotecas públicas (cuando abran) y los centros de inmigrantes. El libro se publicó en formato electrónico y en papel.

¿Cómo ves la literatura de habla hispana en Estados Unidos? ¿Cómo es el medio literario en el que se desarrollan los autores de Staten Island, mi historia?

Últimamente se habla de un nuevo boom, el de la literatura en español en Estados Unidos. Definitivamente, estos últimos años, las publicaciones en nuestro idioma se han multiplicado, además de los encuentros, lecturas, etc. Hay un circuito literario vivo que tiene focos en varias ciudades: Nueva York, Miami, Chicago, San Francisco, por nombrar algunas.  La calidad literaria además es alta y permanente. Existen también los escritores que pasan la barrera del idioma y son leídos en ambos, algo que a mí personalmente me parece necesario puesto que hay una mayoría que habla inglés. Las traducciones son necesarias, aunque una cosa es traducir tu escrito y otra lanzarte a escribirlo directamente en inglés. Veo escritores latinos que lo hacen sin mucho problema.

Los autores de Staten Island, mi historia se podrían dividir entre los que publican por primera vez y los que ya están sazonados en publicación. El primer grupo está muy entusiasmado en continuar un taller, ya varios me lo han dicho, que quieren seguir escribiendo y eso me llena de mucha alegría. El segundo grupo incluye escritores que tienen lazos con la isla como Oswaldo Estrada (quien cuenta cuál es su relación con la isla en el video de la presentación que está en Livestream y en la página Facebook del proyecto), Guillermo Echanique, Esteban Escalona, Coco Martin y Mario Michelena. Con todos ellos he compartido personalmente ya sea a través de presentaciones en Manhattan (Instituto de Escritores Latinoamericanos, Ferias de libro, etc.) o publicaciones periódicas (Los Bárbaros, Viceversa Magazine, Enclave, etc.) o talleres diversos (creación de libros artesanales, guion, etc.) Hay una actividad cultural intensa en la que siempre nos vamos a encontrar, y eso es gratificante.



Cuéntanos sobre Híbrido Literario, tu espacio virtual de literatura en español y también programa de radio.

Híbrido Literario nació como una página web que inicié en el año 2002. Creí que era necesario postear mis poemas y los de mis amigos o escritores que conocía en aquellos tiempos. Tuve el apoyo de Isaac Goldemberg, Eduardo González Viaña y Miguel Ángel Zapata. El website continuó, pero por mi trabajo no tenía mucho tiempo para actualizarlo, además había dejado de escribir y me estaba planteando qué era lo que quería hacer con tanta creatividad que tenía dentro. Decidí conservar el website y organizarme para tener espacios para escribir. En el 2017 Kristin Wallace me cuenta que está organizando una radio en Staten Island, me pareció una idea estupenda, sobre todo porque no iba a ser convencional. Ella quería expandir el radio cultural hacia todas las expresiones, ya había un programa literario que dirige Stella Fiore; de pronto y a quemarropa, Kristin me invita a tener mi propio programa. Yo jamás había estado al aire, además por una operación en 1987, no tengo la mejor voz del mundo. Le expliqué, pero ella me dijo “creo que lo vas a hacer bien.” Y, luego de pensarlo, dije: “¿por qué no?”  Bauticé al programa Híbrido Literario: Literature & Music, aunque todos ya lo conocen como Híbrido Literario. Al inicio fue algo difícil porque hay dos cámaras apuntándote y yo era muy consciente de eso, pero luego de un tiempo ya creo que me he acostumbrado. Siempre hay algo que decir, qué leer y hay muchos escritores a quienes invitar, entrevistar, etc.  Me sorprende la cantidad de oyentes que tiene el programa; no solamente en Estados Unidos, sino también en Latinoamérica y en Europa, es gratificante. La pandemia nos hizo transmitir los programas desde casa, pero esperamos volver a la normalidad y regresar a la cabina donde se puede hacer todo con mejor calidad. Para la presentación de Staten Island, mi historia volví a la cabina, pero tuve que usar mascarilla y sinceramente me ahogaba.

¿Cómo ves tu trabajo como poeta y escritora desde que publicaste tu primer poemario en 2004, Liturgias clandestinas? Me refiero en cuanto a no vivir en Perú, en las cuestiones de publicar. ¿Cómo ha evolucionado tu forma de asumir la literatura? Imagino que la tecnología es una herramienta fundamental.

La necesidad de publicar creo que es inherente a cualquier escritor; si escribes quieres publicar, quieres que te lean. Yo creo que no escapo a aquello. Ya no vivo en el Perú, lo visito cada año, pero la realidad es que mi circuito usual se encuentra en Nueva York. Aquí los amigos que no hablan español siempre me piden textos míos para leer, por eso mismo creo que tengo la necesidad de publicar en ambos idiomas. En el 2019 The Poetry Society me eligió para una mini-residencia en la biblioteca pública (NYPL) y estuve dos días escribiendo en máquina de escribir desde una de las salas de lectura. La gente se me acercaba, muchos de ellos inmigrantes no latinos (rusos, filipinos) me preguntaba si tenía libros traducidos, incluso las bibliotecarias me pidieron los libros para añadirlos en su catálogo y yo sólo tenía un poemario bilingüe.  Por eso mismo vi la necesidad de empezar a publicar mis otros textos, sobre todo los cuentos.

Sinceramente no he tenido ninguna propuesta desde Lima para publicar mis cuentos, salvo la antología de Peisa, Escritores de ida y vuelta, que reunió a 17 narradores en Estados Unidos. Yo tenía varios cuentos dispersos por allí, incluso se me ha perdido uno, El rastro, que fue publicado en una antología hace muchísimos años, pero que no está en mis manos, el original se me perdió en una mudanza. No quería que sucediera lo mismo con mis otros cuentos, entonces me animé a publicar un grupo, el libro se llama En algún lugar del laberinto (somewhere inside the labyrinth) y ha tenido aceptación, sobre todo entre mis lectores en inglés, porque no todos habían leído mis historias. Está el cuento El filo de la obsidiana, que ganó un segundo puesto en los juegos florales de EEGGLL de la PUCP y otro llamado La noche de Sandy (the night of Sandy) que alude al huracán Sandy que Staten Island sufrió y le costó muchas vidas. Fue el cuento en inglés que presenté como muestra de mi escritura para conseguir el incentivo de Staten Island, mi historia.

Creo que mi poesía ha ganado mucho en manejo del lenguaje. En cuanto a narrativa, he regresado a ese trance de tener la historia y escribir hasta acabarla, luego arreglar, arreglar y seguir arreglando. Yo disfruto mucho escribiendo, a veces es una forma de sacarse ideas de la cabeza, otras veces es una manera de aclararlas.

¿Qué proyectos tienes?

Tengo otro libro de cuentos que tiene por título Historias para amantes del insomnio, y que estuve organizando antes de pandemia. Me parece increíble que el título tenga tanto significado ahora, son cuentos extraños y fantásticos, estoy buscando editor, pero si  no lo hallo, pues tal vez lo haga yo misma nuevamente.

Guillermo Echanique, un escritor que nació en Ecuador, pero vive casi toda su vida en Estados Unidos, ha estado traduciendo una selección de mis poemas del libro El oscuro laberinto de los sueños, ha sido una grata experiencia leer sus traducciones, hablarle de la génesis de algunos de ellos. Probablemente los publiquemos. Guillermo es un activista cultural con muchos años y proyectos que no solo incluyen literatura sino también música y teatro.

Tengo poemas dispersos que necesito organizar, además de terminar un proyecto personal llamado Staten Island personal, que son textos narrativos breves acerca de la isla y de mi vida en ella, de lo que he observado, de lo que vivo, de mis impresiones, etc. Lo estoy terminando de a pocos, porque quiero disfrutarlo, además porque incluye recuerdos de hace muchísimos años que afloran de pronto.

Durante la pandemia he tenido mucho tiempo para aprender y para escribir, pero sobre todo para leer, que es mi placer esencial. Creo que estoy rumiando todo, a ver qué sucede en el futuro.

 

 

 

Rocío Uchofen (Lima, 1972). Narradora, poeta y gestora cultural. Estudió Lingüística y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y un Master en Inglés por CSICUNY. Dictó talleres de creación literaria para la Asociación Cultural Libro Abierto. En 1991 participó en el Segundo Encuentro de Narradores Jóvenes. Finalista del Premio Copé de Poesía 2013. Sus cuentos y poemas han sido publicados en antologías y revistas de América y Europa. En 2019 recibió una micro residencia otorgada por The Poetry Society. En 2020 obtuvo un accesit en el I Premio FILLT de Testimonio (Tufts University - Editorial Axiara). Además, le ha sido otorgado un incentivo del Departamento de Asuntos Culturales de la ciudad de Nueva York (DCA Premier Grant 2020) por su proyecto de narrativa «Staten Island, mi historia». Actualmente radica en Nueva York, desde donde dirige el sitio Híbrido Literario y un programa de radio del mismo nombre. Ha publicado los poemarios Liturgias clandestinas (2004), El oscuro laberinto de los sueños (2011) y Geometría de la Urbe (2018) y los libros de relatos Odalia y otros sin esquina (2004) y En algún lugar del laberinto (2019).

 


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