"Sabor a Sidra" de Teófilo Gutiérrez

 


Sabor a sidra de Teófilo Gutiérrez


Teófilo Gutiérrez (Jaén, 1960) es un conocido y excelente narrador que salió de las aulas de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos en los años 80; autor de los libros de cuentos Tiempos de Colambo y Colina Cruz; y además dirige el prestigioso sello Hipocampo Editores, en el que publica casi exclusivamente poesía de autores peruanos, algo muy digno de resaltar. En 2023 la vena poética de Teo, como le dicen sus amigos, afloró con Sabor a sidra, su opera prima en poesía.

No es común que narradores o novelistas, luego de hacer una carrera como tales,  incursionen luego en este arte del verso, el ejercicio de la concisión y la musicalidad. En los últimos tiempos, en Perú, podemos ver algunos casos como los de Mario Vargas Llosa, Jaime Bayly o Cronwell Jara. La poesía es como el alma de la prosa, por eso nos dicen estos sus versos: “de corazón al sol también las mariposas/ se deshacen en la yema de los dedos/ el polvo muerto de los desengaños de la lengua/ que no puede contener tanta hermosura” (poema Dos).

La voz poética, a la vez que camina capturando lo bello, va adentrándose en la esencia de las cosas, al elixir de la sidra. Es un retorno a la naturaleza, a la colina y a la madre: “Desta perversa confusión/ yéndose/ aquellos campos de infancia/ yéndose/ sin punto cardinal/ ni sueños ni palabras/ y luego volvemos” (poema Cuatro). El poeta va reconociendo su singularidad y, a la vez, su identificación con ese mundo recobrado. Es una evocación que se vive con emoción ilimitada: “El mar tiene olor a musgo infinito”, nos dice en el poema Tres.

En lo más sublime la poesía lleva al poeta a hermanarse con todas las criaturas, con el gato, el dinosaurio, el colibrí, los pájaros, los sapos, los peces. Y hasta tal punto es este amor a la vida, que ya no hay diferencias: “El gato ya no importa./ Está en la ilusión”. Entonces, nos dice además el poeta, que la memoria es lo que perdura así como la palabra: “Digo que inventaré tu contorno/ en el barro después de la lluvia/ te prometo que durará el garabato/ y lo cuidará el sol.//La ilusión de la lluvia ya no importa” (Poema Cinco). Al respecto el poeta Antonio Cillóniz nos dice en la contratapa del poemario: “Así también es este poemario transido de un sentimiento primigenio, que es expresado siempre desde una sabia madurez poética.”

La sidra es la memoria que aplaca la sed espiritual: “amanecer junto a tu madre/ y escribir el verso aquel: / oyéndola quisiera en la metáfora/ que la vida está hecha de memoria/ y sabor de sidra” (poema Doce). La sidra es un licor hecho del jugo fermentado de la manzana; la manzana del paraíso perdido al que el poeta Teo  vuelve maravillosamente con este libro, y nos lleva finalmente a esa segunda parte titulada Imaginario (breves poemas en prosa sobre visiones y diálogos de “cuando aún el mundo era virgen”), del cual extraemos este poema:

 

Amor

Instantes como la cevichera ambulante a la mitad del muelle ocupada en vivir un día más / mientras palpas la piel del agua con los pies y los codos en la arena blanca después de caminar entre las ruinas del puerto Eten / como otros pueblos había evidencias de inundaciones y los garabatos en las paredes rasgados con tinta roja / y solo tenías palabras de amor mientras perseguíamos a los cangrejos carreteros en la orilla de esas olas rotas y lentas / y éstos se zampaban a los hoyos de arena y espuma, / dejándonos parados bien cojudos y enamorados.


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