"Canta en mi Nuca el Ruiseñor" de Zoila Capristán

 



Canta en mi nuca el ruiseñor de Zoila Capristán es una compilación poética en cuatro secciones que se centran en el tópico del amor. El filósofo Alain Badiou decía en Elogio del amor que el amor es una construcción duradera; podría decirse también que la poesía es una construcción duradera. Si nos remitimos a los orígenes de lo que entendemos hoy por amor, encontraremos que la poesía fue aquello que lo construyó. Fue en el siglo XIII en que este tópico va cobrando real significado o una dimensión más completa. Allí es cuando nace el ideal del amor; es decir, el amor romántico. 

Hasta entonces la poesía se centraba en temas relacionados con las hazañas de los héroes antiguos, los caballeros del rey Arturo o los paladines de Carlomagno. Pero fue en Provenza en que el amor cortés, el de la poesía trovadoresca, se erigía como el primer movimiento lírico que expresaba el alma enamorada.

Hoy, que solo recordamos el intervalo entre Romeo y Julieta o el joven Werther y Veinte poemas de amor y una canción desesperada, olvidamos que antes existió el trobar clus de Arnaut Daniel, o el conde Guillermo de Poitiers. En el año 1230 se da inicio a la Escuela Siciliana y el surgimiento de la literatura en lengua italiana.  La concepción del amor de Dante Alighieri, la del dolce stil nuovo, no habría existido sin estos orígenes con poetas que escribían del amor, un amor más platónico que erótico como los franceses. Giacomo Pugliese y Rinaldo d’Aquino, por ejemplo; pero, sobre todo, Giacomo da Lentini, el creador del soneto, a quien Dante en la Comedia lo llama Il Notaro, el Notario, pues ese era su oficio. Los poetas de esta escuela empezaron a reflexionar sobre qué es el amor.

Toscana también se vuelve importante para esta construcción, partiendo en que, en la poesía, el amor ya no tenía que ver con la clase social. Antes estaba condicionado a los estamentos medievales, y ahora se hablaba del amor como personas iguales. La sociedad se hizo mucho más amplia y los poetas procedían, como hoy, de distintas clases sociales, ya no solo de la corte.

Guido Guinicelli cantaba al amor y a la nobleza de pensamiento. El fue el creador del dolce stil nuevo. Dante Alighieri, entonces, no provino de la nada. También recogió la alegoría de su amigo Brunetto Latini. En el Tesoretto el poeta se haya perdido en la selva y se encuentra con una mujer que representa a la Naturaleza de quien recibe sus enseñanzas.

El amor gentil se purifica y se ennoblece mucho más con Guido Cavalcanti. En su Canzoniere expresaba los sentimientos del alma según el amor lo iba inspirando. Ya no es como el amor cortés de la tradición provenzal o siciliana, sino es como aquello que Alighieri plasmó magníficamente en su primer libro de poemas, La vita nuova, en 1,292.  Dante alterna la prosa narrativa con versos para describir sus sentimientos hacia Beatriz; y aquello que le hace nacer Beatrice en su corazón noble se vuelve un tratado teórico, filosófico y metafísico de la fenomenología amorosa. Surge allí la imagen de la mujer como ángel purificador capaz de introducir al poeta a la beatitud celestial. Ella es la donna angelicata.

Y, bueno, desde aquellos tiempos ha pasado mucha agua bajo el puente Mirabeau de Apollinaire, y cabe preguntarse ahora: ¿Por qué escribir sobre el amor? Pero la respuesta es simple: porque existen poetas, y más aun, porque, a diferencia de esos orígenes mencionados, en que el tema del amor era escrito por hombres, hoy hay mujeres poetas que profundizan aún más en la construcción de este inconmensurable tópico. Y esto es algo que la poeta Capristán lo hace con solvencia y sinceridad.

¿Qué es el amor hoy en día? Esta sería la pregunta importante; aunque la respuesta no es tan sencilla. Por eso, al leer el presente libro de Zoila Capristán, que es su testimonio, su reflexión y su canto, nos vemos inmersos en esos gozos y choques con que el amor está hecho eternamente. Es un canto que no proviene de la garganta como el sentido común dicta, sino de la nuca. Es decir, que su voz se posiciona en otro lugar, se instaura en otra tradición o en otras tradiciones. Es otro cantar que, si bien empieza con la leyenda de los Amantes de Teruel, que nos recuerda a la tradición de Tristán e Isolda o la de Dante Alighieri con Paolo y Francesca, construye una poética basada también en la poesía oriental, así como, eclécticamente, en la andina. 

El amor que hallamos en Canta en mi nuca el ruiseñor es terrenal o real, construye una verdad, digamos que sigue la herencia de Petrarca, pero con dimensiones arraigadas a lo más sensible como es la memoria, la memoria tanto individual como colectiva. El amor, por tanto, es conocimiento y experiencia; pero no deja de ser dolor y éxtasis. 

Oigamos entonces estos nuevos cantos de Zoila que recogen romances, trovas y aspectos de este antiguo tópico que sigue siendo lo que da dimensionalidad a lo humano. Porque mientras haya poetas, trovadores y trovadoras del alma, el amor seguirá siendo humano.

Miguel Ildefonso



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