3 Libros de Hijos de la Lluvia

 


Teoría de los precipicios (Hijos de la Lluvia, 2020) de Darwin Bedoya (Moquegua, 1974) es el relato de la odisea del alma, de aquel que se embarca hacia los mares de la incertidumbre de la escritura como un modo de experimentar la vida. En una suerte de diálogo, entre Odiseo y Penélope, el poeta, a través de siete cantos escritos en prosa, nos entrega sus reflexiones, sus aventuras y sus evocaciones que nos pintan el cuadro tridimensional de la existencia humana. Allí donde convergen los grandes temas del amor, la muerte y la inmortalidad.  

Canto I

Y no decir las palabras. Esto que alumbra es el tiempo: comienzo por apagar las estrellas, pero deben saber que a partir de esta hora todo podrá ser invención. El cielo se hace oscuro, aunque no entiende de oscuridades. Solo es posible ver un campo infinito, sin ninguna palabra, todo envuelto por la niebla: la verdad en todos los idiomas. El territorio de las distancias se funda en la memoria: las cosas descansan en el tacto del asombro. Aquí delante de nuestros ojos se extendió un reino de historias que nunca supieron terminar. Ahora se pueden oír voces que brillan y mudan de sentido. El cielo no acaba nunca, vuelve a comenzar: la leyenda del espanto. No sé cómo se escribe tanta vida con pocas palabras. (...)



Ensayos sobre lo inefable (Hijos de la Lluvia, 2020) de Walter Bredegal (Tacna, 1965) recoge una serie de prosas breves que reflexionan sobre la poesía, el lenguaje, la imaginación, y sobre todo el sentido o de la “búsqueda de un sentido nuevo de la poesía”. Apelado a la tradición literaria y filosófica (en donde desfilan Chuang-Tzú, Li Po, Dante, Simone Weil, Barthes, Gilles Deleuze, etc.), hace una lectura crítica y a la vez poética de lo literario, en donde se borran las fronteras de género. Son ensayos, pero también son como poemas pues el sentido de sus reflexiones tiene un alcance más profundo.

[Zonas]

Puedes entender la palabra poema si piensas en la figura de un pájaro en medio del cielo. A veces ser poeta no importa, solo hay que comportarse como uno o como el libro que nunca se podrá escribir. Habría sido terrible saber que todo era mentira. Por eso es necesario, de tanto en tanto, afirmar como condición vital, por oposición, aunque sin más compromiso que ese, la importancia de la nada.



Los huesos de Elías (Hijos de la Lluvia, 2021) de Luis Pacho (Laraqueri, Puno, 1969) es un peregrinaje no solo hacia la memoria del abuelo paterno, protagonista de los poemas, de esta travesía que realiza la voz poética rescatando lo más hondo y lo más excelso de lo humano, sino también es el testimonio familiar de nuestras raíces andinas y la reivindicación de un pueblo que se resiste a morir o caer en el olvido. Lo cotidiano, la jornada en el campo, las fiestas, la ternura, así como la migración y la crónica de la formación del poeta, se conjugan en este extraordinario documento lírico.

[Luripongo]

Nosotros que parecíamos hormigas bajo los leños del invierno, sabíamos que la muerte dibujaba el rostro de los hijos del pueblo. Decían que nos quitaban lagañas para que el mundo no termine en un surco de papa o en la primera flor del camino. Entonces no sabíamos de la máscara que ocultaba el tiempo, aunque siempre danzaran felices nuestros demonios escarlata. Pero el Luripongo, como una serpiente remota pintaba el color del pueblo. En sus orillas de grava ardiente y playas secretas, habitaba mi destino buscando peces y fantasmas abandonados.

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