César Vallejo


 

Poemas Humanos

  

Vallejo en Europa

César Vallejo parte del Callao en el vapor Oroya el 17 de junio de 1923, llevando quinientos soles en el bolsillo. Desembarca en París casi un mes después, el 13 de julio, y el 15 de setiembre de ese año escribe a un amigo: “Mi querido Raygada: Van para tres meses que estoy en París. Vivo a diario y con toda fraternidad con Silva, que es lo único grande que hasta ahora he hallado en Europa. Lo demás está, sin duda, aun tras de los telones que no he forzado todavía” (Cabel: 64). El músico Alfonso de Silva, a quien menciona en su carta, fue el primer amigo que tuvo en París; él le ayudó a batallar con el idioma; fue su guía, quien lo apoyó para que sobreviva en esos tiempos iniciales en La Ciudad Luz. A su muerte, en 1937, Vallejo escribió un poema que luego integraría Poemas humanos: “Alfonso: estas mirándome, lo veo, / desde el plano implacable donde moran / lineales los siempres, lineales los jamases”. Y más adelante: “El hôtel des Ecoles funciona siempre / y todavía compran mandarinas; / pero yo sufro, como te digo, / sufro dulcemente”.

En ese hotel de la rue Delambre, Vallejo vivió esos primeros años difíciles de su estancia parisina. Por allí habían pasado personalidades literarias como Ernest Hemingway, Gertrude Stein, Ezra Pound, F. Scott Fitzgerald y Henry Miller. Pero aun cuando la vida era dificultosa, Vallejo mantenía cierto optimismo, quizás esperanzado de conocer lo que había “tras de los telones” del viejo mundo. Alina Lestonnat, compañera de Alfonso, lo recordaba como un hombre que sabía hacer chistes muy bien hechos, que no vivía sumido en la tristeza, y que era muy tierno: vivía sin la menor amargura. Cierto que lo que ha quedado de él es esa imagen del abatimiento, acentuada sobre todo por su icónica imagen con la mano en el mentón; pero Vallejo era alguien que hizo buenas amistades (como lo prueba el poema a su amigo Alfonso), con quienes visitaba museos, iba a conciertos, veía obras de teatro, frecuentaba cafés, bailaba en el Gypsy o en Les Noctambules del Barrio Latino.

Mientras habitaba precariamente distintos hoteles (el Richelieu, el Moliere, el Mary, el Garibaldi) podía ir, gracias a sus magros ingresos que provenían del periodismo y las traducciones, por “un vaso para ponerse bien” a los cafés La Regence, La Coupole, Le Dome y La Rotonde. “He aquí el café sonoro, amado de los artistas, de los vagabundos, de los snobs y de las faldas inciertas”, se refería el Cholo (así lo llamaban sus amigos) a este último al que frecuentaran Picasso, Modigliani o Diego Rivera, ubicado en la esquina del boulevard Montparnasse con Raspali.

A inicios de 1924 le comunican la muerte de su padre y en octubre es llevado a un hospital de caridad debido a una hemorragia intestinal. Sin embargo, las cosas empiezan a mejorar (al menos por un tiempo) al año siguiente; entra a trabajar como secretario de Les Grands Journaux IberoAméricains y comienza a colaborar en la revista peruana Mundial y, además, recibe una modesta beca del gobierno español para continuar sus estudios de Derecho en España. Su vida, de este modo, fluctuaría entre las oportunidades de cierta tranquilidad material y las prolongadas angustias por sobrevivir. Conocería, en 1926, a su primera pareja, Henriette Maisse, y al año siguiente a Georgette Philippart, su pareja de toda la vida, con quien empezaría a convivir en 1929.

Aquí hay que hacer un alto en esta breve reseña biográfica para señalar que Vallejo es el poeta peruano más estudiado no solo por investigadores literarios nacionales. Su vida ha inspirado incluso novelas de narradores como Eduardo González Viaña, Jorge Nájar, Luis Freire y nada menos que el chileno Roberto Bolaño. Y es que en él vida y obra están conectadas profundamente como se aprecia en el notable poema dedicado a su amigo Alfonso de Silva. Conocer su biografía, entonces, es querer explicar cómo un autor exiliado, proveniente de un país periférico a Occidente, y ante esas carestías económicas, pudo desarrollar una obra de tal trascendencia universal; y es, también, querer llegar a entender su “alma” para acceder con tino a la raíz de sus textos.

Sabido es, por eso, que en 1926 se acentúa su marxismo, llegando a integrar el Partido Socialista Peruano fundado por José Carlos Mariátegui en 1928, quien dijera en sus 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana que con Vallejo empezaba una nueva etapa (“es el orto”) de la poesía peruana. En ese 1928, un 19 de octubre, hace su primer viaje a Rusia y, a su retorno a París, funda la célula del Partido Socialista Peruano después denominado Partido Comunista. Y, tras dos viajes más a la Unión Soviética (1929 y 1931), se adhiere al Partido Comunista Español. Asimismo, participa de encuentros políticos como el Congreso Internacional de Escritores Solidarios con el Régimen Soviético, en Rusia (1931), y el Congreso Internacional de Escritores Antifacistas de Valencia, España, en 1936.

Vallejo haría patente su compromiso político en obras importantes como El arte y la revolución, Moscú contra Moscú, Lockout, El Tungsteno, Rusia en 1931, “Paco Yunque”, Colacho hermanos y La piedra cansada; libros de distintos géneros que concluyó y lidió para que sean publicados, aunque no siempre lo conseguiría, quizá también porque falleció a temprana edad. Y, asimismo, en medio de sus preocupaciones y avatares de intelectual y creador, hubo dos libros de poesía que dejaría “inconclusos”, y por los cuales la trascendencia del poeta se reforzaría y se haría imperecedera, dos obras poéticas que luego titularían Poemas humanos y Poemas en prosa.

 

Poemas humanos y Poemas en prosa

En Apuntes bibliográficos..., Georgette señala que la escritura de los textos de Poemas humanos se dio entre el 31 octubre de 1931 y el 21 de noviembre de 1937; y los de Poemas en prosa, entre 1923 y 1929. Sobre el modo en que los escribió, sabemos que Vallejo periódicamente tipeaba a máquina de un borrador o manuscrito, y luego hacía nuevas correcciones a mano. “Lo que sí parece un hecho incontrovertible”, afirma Ricardo Silva-Santisteban (7), es que los poemas del período 1923-1938 fueron revisados en su versión final a partir del estallido de la guerra civil española y que escribió nuevos poemas durante ese intenso período de trabajo de corrección, especialmente en el segundo semestre de 1937 en que el poeta fechó dos tercios de sus composiciones.

Como ha ocurrido con otros genios, a Vallejo los editores le rechazaban sus libros. “Ya no puedo más con tanto cajón”, decía viendo cómo se acumulaban sus escritos; aun así algunos de los textos de Poemas humanos salieron de su cajón para ser publicados en revistas (“Me estoy riendo”, “He aquí que hoy saludo”, “Altura y pelos” y “Lomo de las Sagradas Escrituras”), tal como señala la edición de los Poemas completos hecha por Ricardo González Vigil el año 2012.

Tras su muerte acaecida el 15 de abril de 1938, en la Clínica del Boulevard Arago de París, Georgette y Raúl Porras Barrenechea (entonces delegado del Perú ante la Sociedad de las Naciones) se encargan de la edición de la poesía póstuma. Al referirse a esos textos Vallejo solía decir “mis poemas humanos”, contaba su viuda. Y así queda el título. Es interesante señalar que cuando le preguntaban a Vallejo por los libros de poesía que estuviera escribiendo (hacia 1931) mencionara –quizás refiriéndose a la “estética del trabajo” (Ballón)– títulos como “Instituto Central del Trabajo” o “Arsenal del Trabajo”. ¿Se refería a otro libro? ¿Sería el título que quería darle en ese entonces? ¿Sería una de sus bromas?

La polémica de Poemas humanos nació desde que fue publicado en París en julio de 1939. Y no por la calidad de la obra. “Es un libro que ratifica la índole de nuestra entraña nacional y que enriquece considerablemente la bibliografía literaria de América”, reseñaba positivamente Estuardo Núñez ni bien apareció (83). Pero fue el más acérrimo contendiente de Georgette, el poeta y crítico español Juan Larrea, quien desde un comienzo se opuso a aquel título y publicara en 1978, con Barral Editores, la voluminosa edición crítica y exegética (932 páginas) de la Poesía completa de Vallejo. Allí las obras poéticas póstumas las rotula: Nómina de Huesos, Sermón de la barbarie y España, aparta de mí este cáliz. Hubo, entonces, un arduo trabajo para exegetas, críticos e investigadores. Algunos defienden el título que conocemos argumentando que el Diccionario del léxico poético de Vallejo (publicado en Pisa, en 1978) consigna que el vocablo “hombre” y su derivado “humano” están en mayor grado en Poemas humanos.

Otro asunto a debatir se refería a las erratas presentes en ediciones posteriores como la difundida Poesía completa de Vallejo que la Editorial Losada publicó en 1948. Siguiendo con el trabajo editorial de Georgette, ella hizo un mea culpa por su edición de 1939: “Aunque fue emprendida con la más devota intención, al año de la muerte de César Vallejo, hubo de salir muy imperfecta la edición original” (5). Las razones, argumentaba, eran que la imprenta francesa carecía de signos en español, y que al juntar los títulos Poemas humanos y Poemas en prosa parecían un solo libro, y que, por falla de diagramación, al colocar el título de España… con letras pequeñas se veía como si fuera una obra menor. Reconocía su error, también, al publicar los poemas tal cual, con ausencia de orden cronológico o con deslices en las fechas.

En 1968 en Lima aparece la “edición Moncloa” bajo el cuidado de Georgette y Abelardo Oquendo. La Obra poética completa (Francisco Moncloa Editores) era una edición crítica de 506 páginas que incluía facsímiles que hacían posible a los estudiosos de la poesía vallejiana estar cerca del proceso de escritura de esta gran obra que ahora la Universidad César Vallejo edita. 

Para la presente publicación se ha trabajado sobre la base de la edición príncipe, la de Moncloa (1968) y la ya mencionada de Ricardo González Vigil (Vallejo 2012). Siguiendo la división clásica, se ha colocado primero Poemas humanos y luego Poemas en prosa. Con relación al contenido se ha considerado en un 90% la edición de González Vigil, pues se basó rigurosamente en los faxímiles.  A su vez, se vio por conveniente tomar como eje ordenador el índice de Moncloa dado que, por consenso, se trata de la edición canónica. Asimismo, se ha considerado la inclusión de la “Addenda” que González Vigil añade en su edición, y que consiste en los siguientes tres poemas: “Lánguidamente su licor”, “La necesidad de morir” y “Los trescientos estados de mujer”. Finalmente, la presente edición ha creído conveniente abrir el libro con “He aquí que hoy saludo” tal como aparece en la edición príncipe.

 

La voz humana

Antes de viajar a Europa, Vallejo había publicado Los heraldos negros y había dado, también, esa obra importantísima en la poesía hispanoamericana titulada Trilce. En su itinerario al centro cultural de Occidente, el irrompible lazo familiar (y con Santiago de Chuco) que caracterizó a la voz poética en estos dos libros, nunca dejó de aflorar. Todo lo contrario, esa especial sensibilidad que poseía, a la vez que lo alejaba de su terruño, lo retornaba más íntimamente. Mediante el recuerdo el poeta era capaz de conectarse al origen para luego ser empujado a afrontar con ética cada nuevo paso que daba. Américo Ferrari señala: “La dialéctica de la partida y el retorno es en la poesía de Vallejo una constante que, desde 1915, cuando escribe los primeros poemas de Los heraldos negros, aparece […] como una confrontación entre el lugar donde se está mal y el lugar donde se estuvo o se estará bien: recuerdo o esperanza, nostalgia del pasado o nostalgia del porvenir, el lugar natal es un motor de primera importancia en la poesía de Vallejo” (1994: 81).

En Poemas humanos la lejanía existencial conlleva una esperanza redentora como se aprecia en el poema “Hasta el día en que vuelva”, cuando dice: “entiendo / que el hombre ha de ser bueno, sin embargo”. Esperanza que aflora también ante el abatimiento y el desamparo en la gran ciudad europea (“le pegaban / todos sin que él les haga nada” de “Piedra negra…”). Y es que ese dolor vallejiano tiene su contraparte de lucha, de insurrección moral y social, cuyo accionar es la solidaridad. El cambio, en esta función transformadora, recae en la labor de los marginados, como dice James Higgins: “Me parece significativo que los héroes de su poesía política sean los obreros y campesinos de las milicias de la República española. No se trata simplemente de idealizar al pueblo. Creo que Vallejo, hombre de la periferia, siente una afinidad con estos hombres, que también son de la periferia. Porque Vallejo, hombre del tercer mundo, reconoce que el mundo occidental no es un bloque unitario y que en la misma Europa hay una periferia donde al margen de la cultura dominante existen otras tradiciones culturales” (1994:114).

La Europa en donde hay marginados, que señala Higgins, es la que descubrió Vallejo tras “esos telones” que hablaba en sus primeras cartas. Esos obreros y campesinos europeos comparten con los que conoció en la hacienda Roma (de Trujillo), por ejemplo, no solo el dolor, sino también la esperanza. Por eso, el Vallejo del sufrimiento existencial que posee “una extraordinaria semejanza con Quevedo y con Kierkegaard” (Abril: 87), en su filiación con los más humildes y en la lucidez de su visión crítica, posee, a su vez, una gran semejanza con Charles Chaplin, a quien admiraba pues en medio del hambre y del horror el artista inglés ponía humor como un medio de despertar las conciencias. En la poesía de Vallejo vemos, igualmente, una gran cuota de ironía en un contexto dramático; se hace palpable lo paradójico de la existencia en donde la contradicción humana deviene en estética. Max Silva Tuesta, al respecto, explica la siguiente hipótesis: “Como Tántalo, Vallejo padeció de hambre y sed en un mundo atestado de objetos que podrían haber extinguido esa hambre y esa sed, porque para él, como para todos los tántalos de esta tierra, esos objetos tenían la virtud de convertirse en objetos inalcanzables” (203). Más que un Tántalo, Vallejo, superando sus limitaciones, construía una ética desde la complejidad del hombre, desde lo más hondo a donde solo la poesía podía acceder.

De este modo, desde lo más hondo de su ser, Vallejo configura una voz auténtica, si bien (desde el punto de vista de las vanguardias) con cierto influjo surrealista (las imágenes oníricas o el humor negro, por ejemplo), más cerca, en realidad, a la  estética expresionista, al grado que, para Roberto Paoli, Vallejo “es el mayor poeta expresionista hispánico de este siglo” (1958: 154), debido a la violencia expresiva, la tensión espasmódica, el peso del dolor (y del absurdo), el conceptismo y la sinestesia de su poesía.

En cuanto a los aspectos técnicos y estilísticos, Julio Ortega habla de una propuesta basada en la “tachadura”, que consiste en la corrección del poema hasta quitarle los vínculos lógicos para evitar la concepción referencialista del lenguaje. Vallejo fechaba sus manuscritos señalando la última revisión como si se tratara no de su escritura sino de su tachadura. “La tachadura es, desde Trilce hasta España, aparta de mí este cáliz, el dispositivo poético que Vallejo diversifica, explora, y convierte en inherente a la escritura misma, al punto que se puede postular que una poética de la tachadura es intrínseca a la escritura vallejiana”, sostiene Ortega (119).

La anáfora, la reiteración y la diseminación recolectiva se generalizan en Poemas humanos. Américo Ferrari lo explica de la siguiente manera: “El poema queda fijado desde el principio en una obsesión, pero, en lugar de progresar linealmente a partir de ahí, vuelve tenazmente a dicha obsesión, esbozando un movimiento en que el poema tiende a cerrarse como un círculo” (57). Sin embargo, el círculo no llega a cerrarse, nos dice el vallejista, y el poema queda abierto en una interrogación o en una meditación que se extiende, como vemos, por ejemplo, en el poema “Altura y pelos”, con la repetición al inicio de  cada estrofa del pronombre “quién”·y terminando con la frase dos veces repetida “¡Yo que tan sólo he nacido!” o “¡Yo que solamente he nacido!”. En este caso el poema termina con la meditación a modo de exclamación: “¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!”

Vallejo va rompiendo convenciones, usando palabras de las ciencias naturales, del pensamiento marxista, de la filosofía, de la jurisprudencia y la didáctica; además haciendo uso de recursos poéticos como la peroración, la antítesis, la catacresis, la ironía, la sinécdoque, la paronomasia, el exordio, el anticlímax, el conector adversativo, los neologismos, los peruanismos y las tautologías que le sirven al poeta, finalmente, para inducir al “tú” (el lector como persona no-subjetiva) un sentimiento a la vez que conflictivo, también de empatía.

Para acercarse a una lectura más precisa de Poemas humanos, a veces hay que desligarse de los estereotipos vallejianos (como el amor universal). Marco Aurelio Denegri presenta el caso de la expresión “mundial” que en esa época era sinónimo de estupendo, magnífico o extraordinario (ese uso coloquial se debía a la exitosa revista Mundial donde justamente colaboraba Vallejo); por tanto, su interpretación poética no puede limitarse a su significado de “universal”. Esto se colige, para ejemplificar, del poema “Me viene hay días…”. En la tercera estrofa se dice: “¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial, / interhumano y parroquial, provecto!”. El de Vallejo es un “querer” que nace desde el alma hasta convertirse en una comunión con todos los hombres. Por eso es que al entrar en su poesía estamos accediendo a una escritura dialéctica que a la vez de ser muy personal, es abierta y entabla lazos, mediante la reflexión y el constante juego verbal. De ahí la importancia de los neologismos como la palabra “cave” que puede asociarse a “cávea” (suerte de jaula romana para aves) y al verbo “cavar”; o “póbridas” que evoca a “podridas” y a “pobres”.

Es una escritura dialéctica que a ratos se vuelve hacia sí misma, capaz hasta de convertirse en una antipoética en donde se reconoce el fracaso de la escritura literaria por la necesidad, como vemos en toda su obra póstuma, de que triunfe la vida. En el poema “Intensidad y altura”, la reiteración o insistencia al decir “quiero escribir”, hace que se fusione la realidad con sus símbolos en una operación “radical” (como señala Sicard) para que así “la palabra funcione como acto y no como espejo, como concepción y no como concepto” (Pascual Buxó: 103). Identificamos, en esta dinámica, la voz total que Vallejo nos ha dejado desde el trabajo innovador en el nivel del significante haciendo que el lenguaje refleje su experiencia vital “por muchos lados dolorosa” (Donat: 89).

 

La solidaridad

La muerte impidió a Vallejo que diera orden a estos poemas y a que titulara estas obras; sin embargo hay en ellos toda una propuesta estética altamente desarrollada con una voz coherente y definida bajo el peso de la ética así como de la invocación a la praxis solidaria. Vemos un salto del sujeto doliente al sujeto de acción transformadora, quien es el que finalmente prima. Por eso el sujeto poético está constantemente invocando a la acción solidaria. Percibimos, entonces, dos sujetos que interactúan: el del sufrimiento y el del acto. “Del sujeto del acto, hay que decir que no es el sujeto del sufrimiento, no es ese Vallejo sufridor que obstaculiza la lectura de sus poemas. El dolor, sobre todo en el poema ‘Voy a hablar de la esperanza’, no pasa por la identidad personal sino, al contrario, la va socavando desde adentro. El dolor, en Vallejo, subvierte el relato del sufrimiento” (Rowe y Gutiérrez: 32). Y, efectivamente, lo subvierte en pos de una utopía. Ya en Los heraldos negros, luego en Trilce, vamos viendo una voz que evoluciona haciéndose cada vez más universal. En César Vallejo y el humor, César Ángeles Loayza hace ver que mediante la compasión y la solidaridad con ese dolor (de “heroicidad” colectiva y popular), se da una operación cultural que pone, ante el pesimismo o la apatía, la supremacía de la esperanza, el optimismo y la fe (26).

En Rusia y en España, Vallejo afianza con más fuerza su compromiso político; empero esa adhesión al marxismo no fue dogmática, sino “creadora” (Miguel Gutiérrez) dado que su marxismo no era una fe que reemplazaba, tampoco, a su enraizado cristianismo (unido a lo andino como hace notar González Vigil): era una praxis que creía capaz de cambiar al hombre. Vallejo “alabó el sistema bolchevique en sus artículos periodísticos, pero no creía que la gran revolución socialista estuviese culminada. Como activista y como poeta, Vallejo creía en una sensibilidad socialista antes que en consignas pragmáticas logocentristas. La libertad del artista le era primordial” (Bruce: 85). Esta forma de asumir su compromiso se hace más rotunda en su libro, también póstumo, España aparte de mí este cáliz.

La solidaridad como un compromiso integrador la encontramos en Poemas humanos, por ejemplo, cuando invoca a grandes figuras de la historia vinculadas con la idea de una armonía universal como Pitágoras, Heráclito o Jesús. En el poema “Y no me digan nada…” hallamos estos versos: “Volveremos, señores, a vernos con manzanas; / tarde la criatura pasará, / la expresión de Aristóteles armada / de grandes corazones de madera, / la de Heráclito injerta en la de Marx, / la del suave sonando rudamente”. Vallejo pensaba, como Marx, que el hombre se convertiría en productor de sí mismo; pero, a diferencia del marxismo, sin perder su espiritualidad, “vale decir que lograría asumirse definitivamente como totalidad” (Forgues 1999: 126-127). Totalidad que apreciamos también en “Intensidad y altura” cuando dice: “No hay Dios ni hijo de Dios, sin desarrollo”. De esta manera Vallejo une la idea de un Dios celestial o divino con uno terrenal, mucho más preocupado por el sufrimiento humano debido a las injusticias.

Esta espiritualidad seglar de Vallejo está claramente expuesta en “Los nueve monstruos” al dirigir su elocución a los “hombres humanos”, “hermanos hombres” y “hermanos humanos”, compartiendo el dolor, declarando que las soluciones son más humanas que divinas. Aun cuando, tras haberse distanciado en Trilce de los motivos religiosos, los retome en Poemas humanos como bien señala Carmen de Mora en el ensayo “La hipérbole bíblica en César Vallejo”, la posición política es lo que define la poesía vallejiana en Europa. La anáfora “Ya va a venir el día” del poema “Los desgraciados”, es la constatación de su mensaje utópico. Como dice Miguel Ángel Huamán: “El humanismo de los poemas vallejianos, más allá del sentido cristiano o marxista que puedan tener según sus lectores, es una invitación a la solidaridad entre los seres humanos, dimensión que solo el diálogo estético literario puede producir” (90). 

Este diálogo estético, que es universal y armónico, cuya utopía es convocar a todos los hombres (“al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito…” como en el poema “Me viene, hay días…”) podemos verlo también cuando recoge la conocida expresión “vale un Perú” (“¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, / y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!” en “Telúrica y magnética”) como sinónimo de invalorable. González Vigil lo explica claramente: “Usada para elogiar algo como muy valioso, permite que leamos ‘Perú del mundo’ como “’oro del mundo’ o ‘tesoro del mundo’. Cual otro Atlas (nombre aplicado, sintomáticamente, al conocido Monte Atlas), la cordillera colosal de los Andes pareciera capaz de sostener todo el orbe” (2009: 196). Esta universalización del Ande (señalada por Antonio Melis) es la prueba de que Vallejo no pierde su identidad en la vorágine de sus desplazamientos, de su evolución, aun con todo lo que puede haber de contradictorio. “Mientras más lejos está de su país, más afirma Vallejo su condición de peruano”, dice Marco Martos (46).

En la visión vallejiana los hombres no son naturalmente “hermanos hombres”, por eso la hermandad es algo que “tiene que hacerse” (Coyné 1999: 584), y ese “hacerse” se da mediante el trabajo fraterno, porque “el trabajo cumple un rol fundamental en la autocreación social e individual de los seres humanos” (Miguel Gutiérrez: 58). La solidaridad que plantea Poemas humanos es de manera definida como afirma Nadia Podeleskis al referirse al grado de compromiso íntegro de Vallejo. Por ello es que en el poema “La rueda del hambriento” el poeta mismo es quien sufre por esa falta de solidaridad: “Un pedazo de pan, ¿tampoco habrá ahora para mí? / Ya no más he de ser lo que siempre he de ser, / pero dadme / una piedra en que sentarme, / pero dadme, / por favor, un pedazo de pan en que sentarme, / pero dadme / en español / algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse / y después me iré… / Hallo una extraña forma, está muy rota / y sucia mi camisa / y ya no tengo nada, esto es horrendo.” Este compromiso, como podemos ver,  que une vida y obra (aquel poema lo escribió cuando realmente pasaba extrema necesidad de paliar el hambre), da por resultado una promesa, supone una espera, pero es una espera activa y de trabajo, como cuando decía en Los heraldos negros a modo de reclamo: “Hasta cuándo estaremos esperando lo que/ no se nos debe…” (en el poema “La cena miserable”). Este constante anhelar en su “afán de sobrevivir” (así lo llama Jesús Cabel en César Vallejo. Correspondencia completa) lo vemos también hasta en sus cartas europeas; cartas que pueden ayudar (como afirma Roberto Paoli) a captar la nueva poética vallejiana que había dejado póstuma, dado que su desgarradora experiencia biográfica es homóloga del proyecto de poesía.

La poesía de Vallejo, entonces, es vital y de tal manera que hace que su biografía parezca inagotable por más que se la indague exhaustivamente. Conocemos a un Vallejo que se ha erigido en leyenda; confiamos en esa imagen y lo identificamos con su poesía; pero hasta en eso Vallejo pensó al exigir a sus lectores no dejarse llevar por convencionalismos, tal como leemos en el poema “Confianza en el ojo, no en el anteojo…”. Aquí el ojo no es “la retina engañosa del observador burgués en La ideología alemana de Marx, sino el órgano corporal y material, la cosa existente necesaria para que el sudor del trabajo manifieste el trabajo, lo haga existir” (Pueyco Zoco: 10). ¿Acaso no es por ese trabajo de des-anquilosamiento a que apunta su voz lo que hace que su poesía se renueve en cada lectura? Dice la voz poética en aquel poema: “Confianza en muchos, pero ya no en uno; / en el cauce, jamás en la corriente; / en los calzones, no en las piernas / y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo”. Vallejo trasciende las épocas porque su poesía apela a la intimidad del ser para abrir la conciencia del lector y crear una nueva mirada del mundo. Mientras otros poetas se quedaron en el inventario histórico de las vanguardias o rezagados en estéticas agotadas, su voz está siempre desafiante y cuestionando.

En Las técnicas argumentativas y la utopía dialógica en la poesía de César Vallejo Camilo Fernández Cozman afirma que Poemas humanos es una de las cumbres de la lírica vallejiana porque allí “asume creativamente el pensamiento marxista para defender a los expoliados, sin caer en una poesía de corte panfletario”, y porque se encuentra en una “atmosfera posvanguardista” pero siguiendo “el temple experimental” que lo caracteriza; además porque “reflexiona sobre el cuerpo sufriente superando toda idealización romántica y todo preciosismo modernista” y se identifica, de modo fecundo, con el mundo andino, anunciando la utopía de la justicia y de la solidaridad, y porque, en el nivel retórico, formula “una poética argumentativa donde triunfa la utopía dialógica con mayor intensidad que en Los heraldos negros y Trilce” (103). Todo esto hace que Poemas humanos siga vigente con una voz que nos habla a cada individuo, seamos peruanos o de cualquier parte del mundo.

 

***


Es cierto lo que señala Jean Franco al decir que en muchos de los Poemas humanos Vallejo “actualiza la impotencia del hablante que asume una voz inapropiada para prometer lo que no se puede cumplir” (293); pero también es cierto que el tiempo ha hecho que esa voz (toda su voz en realidad) sea la más excelsa, ética y profética. Vallejo se ha ganado el derecho de ser uno de los más grandes poetas universales, admirado hoy en día por diversos premios nobeles, reconocido como influencia por importantes poetas, escritores, artistas, músicos, educadores, mandatarios y filósofos del mundo. Eso es algo que el Perú aun no procesa en su utopía de nación, más allá de tener su imagen hasta en los billetes de circulación nacional.

La edición de Poemas humanos que presenta la Universidad que lleva su nombre cumple la noble misión de acercarlo a más lectores peruanos para que así César Vallejo, más accesible y más solidario, nos siga hermanando.

 

Bibliografía


Abril, Xavier. Vallejo. Buenos Aires: Ediciones Front, 1958.
 
Ángeles Loayza, César. (2001). Peligro: Rimbaud “Aproximación a ‘Una temporada en el infierno’” y Vallejo y el humor. Lima: Editorial Hispano Latinoamericana y Posición Editores, 1998.
 
Ballón, Enrique. “Literatura y política en el pensamiento de César Vallejo”.  Socialismo y Participación 20 (1982). 43-59.
 
Bruce Marticorena, Enrique. Madre y muerta inmortal: género, poética y política desde los textos de César Vallejo. Lima: Fondo Editorial de la Universidad San Ignacio de Loyola, 2014.
 
Cabel, Jesús. César Vallejo. Correspondencia completa. Lima: PUCP, 2002.
 
Coyné, André. Medio siglo con Vallejo. Lima: Fondo Editorial PUCP, 1999.
 
De Mora, Carmen. “La hipérbole bíblica en César Vallejo”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana 84 (2016). 157-177.    
 
Denegri, Marco Aurelio. Cajonística y vallejística. Lima: Editorial San Marcos, 2009.
 
Donat, Mara. “La imaginación del lenguaje en César Vallejo. Una poética de lo auténtico”. Martín. Revista de Artes y Letras 18-19 (2008). 85-90.
 
Feiss, Nadia Podleskis. “La solidaridad en la poesía de César Vallejo”. César Vallejo. Eds. varios. Lima: Universidad Ricardo Palma, 1994.
 
Fernández Cozman, Camilo. Las técnicas argumentativas y la utopía dialógica en la poesía de César Vallejo. Lima: Universidad Ricardo Palma y Editorial Universitaria y Editorial César Vallejo, 2014.
 
Ferrari, Américo. “El Perú en la poesía de César Vallejo”. César Vallejo. Vida y obra. Ed. Roland Forgues. Lima: Amaru Editores, Lima, 1994.
 
_____________ “Sobre algunos procedimientos estructurales en ‘Poemas humanos’”. Revista de Arte y Literatura 13 (1970). 57-65.
 
Forgues, Roland. César Vallejo. Vida y obra. Lima: Amaru Editores, 1994.
 
______________ Vallejo. Dar forma a su destino. Lima: Editorial Minerva, 1999.
 
Franco, Jean. César Vallejo, la dialéctica de la poesía y el silencio. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1984.
 
González Vigil, Ricardo. Claves para leer a César Vallejo. Lima: Editorial San Marcos, 2009.
 
Gutiérrez, Miguel. Voy a hablar de la esperanza /César Vallejo. Vida y obra. Lima: Grupo Editorial Norma, 2009.
 
Higgins, James. César Vallejo en su poesía. Lima: Editorial Cátedra Vallejo, 2015.
 
_____________ “Vallejo, poeta de la periferia”. César Vallejo. Vida y obra. Ed. Roland
Forgues. Lima: Amaru Editores, 1994.
 
Huamán, Miguel Ángel. Vallejo dice hoy… como leer poesía: una aproximación metodológica. Lima: Fondo Editorial de la Academia Peruana de la Lengua y Fondo Editorial UNMSM y Editorial Cátedra Vallejo, 2004.
 
Hussar, James. “El binomio Dios/nadie en la poética de César Vallejo”. Revista Internacional d’Humanitats 35 (2015).
 
Iberico, Mariano. “El Tiempo”.  Aproximaciones a César Vallejo. Tomo I. Ed. Ángel Flores. New York, 1971. 303-315.
 
Martos, Marco. “El fulgor de la poesía de César Vallejo”. Conferencia. Lima: Casa de la Literatura Peruana, 1-10 marzo 2017.
_____________ “César Vallejo, la vida, la muerte y el poder”. Martín. Revista de Artes y Letras 18-19 (2008). 39-47.
 
Melis, Antonio. “Perú del mundo: Vallejo entre el indigenismo y la vanguardia”. Martín. Revista de Artes y Letras 18-19 (2008). 33-37.
 
Núñez, Estuardo. “Poesía humana”. 3 (1939). 81-83.
 
Ortega, Julio. César Vallejo. La escritura del devenir. Lima: Taurus, 2014.
 
Paoli, Roberto. Mapas anatómicos de César Vallejo. Florencia: Casa Editrice D’anna,1981.
 
____________ “¿Por qué Vallejo? Un revolucionario del idioma”. Vallejo. Ed. Xavier Abril. Buenos Aires: Ediciones Front, 1958.
 
Pascual Buxó, José. César Vallejo. Crítica y contracrítica. México: Coordinación de Difusión Cultural Dirección de Literatura/UNAM, 1992.
 
Philippart, Georgette. Apuntes bibliográficos sobre “Poemas humanos y “Poemas en prosa”. Lima: Francisco Moncloa Editores, 1968.
 
Pueyo Zoco, Víctor. “Desnúdese el desnudo. Para seguir leyendo los Poemas humanos de César Vallejo”. Aula Lírica. Revista Sobre Poesía Ibérica e Iberoamericana 1 (2010).
 
Rowe, William y Gustavo Gutiérrez. Vallejo. El acto y la palabra. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2010.
 
Salomon, Noel. “Algunos aspectos de lo ‘humano’ en Poemas humanos”. Aproximaciones a César Vallejo, Tomo II. Ed. Ángel Flores. New York, 1971.
 
Sicard, Alain. “Pensamiento y poesía en ‘Poemas humanos’ de César Vallejo. Socialismo y Participación 19 (1982). 97-103.
 
Silva-Santisteban, Ricardo. César Vallejo. Poemas escogidos. Lima: Petrobras y Pontificia Universidad Católica del Perú, 2010.
 
Silva Tuesta, Max. “Un enfoque psicoanalítico sobre Vallejo”. Vallejo. Ed. Xavier Abril. Buenos Aires: Ediciones Front, 1958.
 
Vallejo, César. Poemas completos. Edición de Ricardo González Vigil. Lima: Ediciones Copé, 2012.
 
Zilio, Giovani M. Estilo y poesía en César Vallejo. Lima: Editorial Universitaria. Universidad Ricardo Palma y Editorial Horizonte, 2002.

Entradas populares