Ricardo Quesada


                                            El Impecable Desakato de Ricardo Quesada

  

Acabo de llegar
no soy un extraño
conozco esta ciudad
no es como en los diarios
… de verdad
Charly García

“Ricardo Quesada nació en Lima (Perú) en una casona antigua ya derruida… vivió gran parte de su niñez en la ciudad de la Oroya (sierra montañosa - puna- de la parte central de su país) y finalmente recaló en la calle Quilca del centro histórico de Lima...” Estos datos biográficos (que él mismo escribió seguramente) están al final de su único libro publicado: Blue moon of Kentucky (Hipocampo Editores, 2004). Yo ya tenía años de conocerlo, efectivamente, en esa calle del centro limeño, desde la época del Bar del Chino Félix y de sus Lunes del Sapo (ahí sus homenajes al Kilowat, a Edwin Nuñez de Zcuela Cerrada, etc.), esos conciertos rockeros y poéticos (con Róger Santiváñez, Domingo de Ramos, Willy Gomez, Dalmacia Ruiz Rosas, etc.) de inicios de la década del 90. Por su esbelta figura larga, su lentes a lo Lennon, su melena ensortijada, su bigote grueso, su atuendo juvenil, le dicen, aun, “Charly”, por García el rockero argentino. Lecturas en diferentes escenarios, botellas, cemento, habremos compartido en estos años, años en los que poco a poco lo fui dejando de ver, porque ya no frecuentábamos tanto esa alucinante calle del centro, y por los viajes (esa otra forma de hacer poesía). Es así que producto de su estancia en Estados Unidos escribió, en un mes y medio, Blue moon… (“esa necesidad imperiosa de contarlo todo”, dice un tal Arthur Barret en el prólogo); y, tras volver a Perú, no dejó de viajar, pero al interior: empezó un tour por todo el país de los incas, y por los alrededores también.

De jodas y absurdos problemas de raza

“la otra noche escuchando el noticiero local me enteré de la desaparición imprevista de las cigarras en Kentucky (tierra del bourbon el tabaco y los caballos de raza) y otros estados aledaños. y bueno entendí en mi inglés masticado que estaba alertando sobre lo posibles problemas de salud que podrían afectar a los humanos dueños del tercer planeta pero sobre todo a sus mascotas (que debo comentarles todos tienen en sus casas y que forman parte del paisaje cotidiano. del desayuno y del descanso y del lunch y del paseo dominical a pie ó en carro y hasta de las compras en el supermercado: privilegiados parientes de mis peruanos perros callejeros y famélicos de las calles y mercados. y también de los pujantes pero pobres “pueblos jóvenes” de los que casi pretendo olvidarme de tan lindas las casitas por acá). y sí pues caminando hoy rumbo a la library me topé con aquellas cigarras: unas muertas sobre la vereda y otras emprendiendo un ruidoso vuelo con un chillido como de ave pequeña agonizando. vuelo pesado y digamos como de algo herido y oscuro pasando ante mi rostro y la verdad hermanos que esa presencia no era nada agradable (…)”. (Fragmento)

¿La poesía busca lo mismo que el poeta? No siempre coincide, pero en el caso de Ricardo Quesada así es: es ese desakato (el emblema con el que firma sus fanzines) ante las convenciones de lo literario. Los fanzines que regala, siguiendo la tradición hernandiana, rompen con la institución del mercado del libro. Eso, solo para empezar a hablar del nivel formal de la difusión de sus textos. “Todo arte o voz genial viene del pueblo y va hacia él”; “Charly” lo fotocopia en imagen y en verbo.

Los fanzines que Ricardo ha ido entregando gratuitamente por más de una década sobrepasan el cuadragésimo número (algunos títulos son: Rituales para la sensualidad, En esta hora inocente, Chica Dark, El exilio, El ángel que no podía desprenderse de sus alas, Tratado de lo obsceno, One after 909, etc.), algo realmente sorprendente en nuestro medio que no se caracteriza necesariamente por la constancia: el Perú estrecho-arrecho-deshecho sería la imagen más adecuada para describirlo. Y no es insólito esta osadía del poeta porque sean de “distribución” gratuita (tampoco es así: no son un “producto”) ni por su impresionante cantidad (ya con esto sería suficiente), sino porque nos demuestra que todavía hay artistas verdaderos - en estos tiempos de vanidad literaria – que mantienen encendido el halo prístino del arte. Es así que Ricardo Quesada sigue su travesía haciendo belleza del caos.

Esta continua performance en papel (urbe-violencia-país-prehispanismo-mística-poeta-ángel-papel-iconografía-intertextualidad-fotocopia-viaje-paraísos  artificiales) bulle de un inconsciente colectivo convulsionado: lo que se llama época, nuestra época, esa conciencia de lo colectivo en lo individual estallando en mil pedazos: un país fracturado. El monitoreo – como en un film (cine gore) ó una serie de video clips – de Ricardo, desde una sensibilidad netamente lírica y “plástica” auténticamente poetika, se fundamenta en lo que él define como la línea de El Creyente. Este serial rodante o andante (“caminas acaso como yo: pateando latas incansable por las calles aleladas/ de la infamia y la mentira?”) se remonta – como su andar quilqueño (una sección se titula la Cucaracha que Anda: en ella se dan cita otros solitarios del mundo y va dirigido a todos los suicidas al borde de la piscina) – a los añiles años de la guerra interna de los ochentas (“recurso de la impresión: ceder terreno/ mientras nada sea asesinado”). La conjunción de poesía y collage relatando su entorno, su historia, y su fatum nos remite – visceralmente –, a su vez, a tiempos antiguos de luchas intestinas, de poderes encontrados, de visiones grotescas estampadas en figuras precolombinas donde lo humano y lo sacro se fusionan: donde se une la mística, la épica y la sexualidad. Son conflictos que hasta el día de hoy siguen estampando imágenes en el inconsciente peruano (toda guerra, toda locura, viene del poder y va hacia él).

Es el sempiterno y ubicuo invierno en lima (con el que firma sus fanzines) en el que Ricardo, con toda esa historia atrás o en los subterráneos, habita, solitario y solitario, o con su musa (Hilda), a veces melancólico ante un semáforo, a veces alerta ante un rochabus en un paro de obreros. Entre el Eros y el Thanatos de esta urbe apocalíptica, de este país de desencuentros, Ricardo realiza sin cesar su par de vueltas por la realidad: el destello producido por la combinación de los fragmentos propios y de los apropiados – como en todo collage que se respete – nos da una idea del desakato total. Entre imágenes de una mujer en bragas y un sujeto indefinido y agónico en el suelo, más un dulce perro y, para terminar, un policía antimotines con una cabeza de hombre en el brazo, leemos el evidente título de la “plaqueta”: Scream (if you can!), es decir: Gime (si puedes!). Pasando las hojas (tengo los fanzines originales en mis manos) encuentro en la última página de un conjunto esta poétika: “el desequilibrio es como poesía”. La represión – producto de la conquista española (“se trata en el fondo/ de los miedos…”), de lo religioso (otro elemento importante en la poesis de Ricardo) y de la angustia urbana – es, quizás, el más importante eje temático que construye esta suerte de “poétika del desequilibrio” o de “realismo desequilibrado” que libera, como en Goya, a los sueños de la razón.

Decir que todo arte es político es diferente a decir que todo arte es política: en el primer caso es un mero adjetivo, en el segundo es sustancia: el primero es impostura/ dictadura: el segundo ética/ liberación. Dante era poeta y su Divina Comedia es una praxis a través del tiempo. Ricardo Quesada apuesta por la intervención urbana a través de sus textos (anti-capital). Arte de la fugacidad y lo precario, tal vez. Pero el riesgo por la precariedad material de los fanzines queda en segundo plano ante la contundencia de la propuesta en conjunto (involucrados: poeta-ciudad-país-lector) y la convicción y lucidez – a prueba de fuego – del poeta (marginal).

Actualmente “Charly” sigue su ruta en las entrañas del Perú (a través de un recorrido dantesco en busca de su trascendencia); la difusión de sus poemas y sus visiones se ha enriquecido por la Internet (vía emails). Esperemos que, como un Guamán Poma de Ayala - el cronista, dibujante (denunciante) de una época - Ricardo Quesada, en la misma línea, en estos tiempos sin fe, siga para largo trazando El Creyente, su coherente hechura in progress, su impecable blues.

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