2 Libros de la Colección Polensía de PanÓptico

 


“¿Qué nos ha dado la vida? / ¿Este mal truco llamado poesía?”, escribe el poeta en el poema Responso del caifán. Estas son preguntas pertinentes desde hace tiempo para los que nos dedicamos a este antiguo arte, y no es porque se reclame o cuestione a la vida la obligación de tener que otorgarnos algún tipo de bien. La vida es tal cual y, al parecer, la misma de siempre. El sentido de estas interrogantes, de lo que advierte el poeta, viene en la segunda, indesligable, pregunta: el hecho de que la poesía se haya vuelto un mal truco; es decir, un artificio, retórico quizás o ilusorio quizás.

Y es que, desde antiquísimo, la poesía ha tenido esos alejamientos respecto al tema de la verdad de su discurso, desviaciones por razones dogmáticas o políticas, por ejemplo. O, más en nuestros tiempos, por razones comerciales. Aunque, también es cierto que, debido a esos anquilosamientos estéticos, surgieron las nuevas revoluciones poéticas. En nuestra época, en 1963, en su poema Manifiesto, Nicanor Parra declaró que “los poetas bajaron del Olimpo”. Y lo dijo justamente para evitar que la poesía, o la literatura, sea solo un mal truco y no una vía de la verdad. Lo que aun esperamos los poetas es que los “críticos” bajen del Olimpo, se quedaron allá.

Responso del caifán está en el poemario Sobre papel ajado (Editorial PanÓptico) de Sergio Gómez Reátegui (Lima, 1975), que precisamente deviene, su onda, de esta tradición parriana; en el Perú tenemos a Antonio Cisneros, por no citar a Luchito Hernández o a Manuel Morales. Es una poética que, para volver a enlazar la poesía con la vida, en la construcción de un discurso que encarne una verdad (como en temas del amor, que es este caso), apela a la ironía y el humor como armas de sinceramiento.

En estas breves páginas, contrario al título del libro, se revitaliza esta tradición gracias a que el autor sabe darle punch a la voz poética para enfrentar el terrible papel en blanco. Cito como ejemplo este poema con que cierra la ópera prima del creador de La Poesía Embiste. ¿Qué poeta, en algún momento, no ha sentido esto?


El Poeta se Retira

 

De la poesía me retiré
como se retiran los mediocres boxeadores:
colgué los guantes de toda escritura.
 
Leer es para un poeta
su campo de entrenamiento.
 
Entrené durante años,
pero ignoro si ha servido para algo.
 
No todos están destinados a obtener
una medalla en esta contienda.
 
Igual, me voy satisfecho:
hay que tener buena quijada
para plantarse frente al público
y leer tu propia poesía.



El cristal que me rodea (Editorial PanÓptico) también es el primer libro de Daniel Escudero (Lima, 1986). Son trece poemas de una sensibilidad estética que no veía desde Las quebradas experiencias y otros poemas (1993) de Xavier Echarri o Libro de Daniel (1995) de Javier Gálvez, dos poetas peruanos de mi promo. Del primero hay algo del barroco; y del segundo, el temple fino de una lírica que huye del lugar común. También, por la vía de la poesía del conocimiento podríamos pensar en Juan Ojeda, y de la musicalidad clásica (o tonal) en Carlos Germán Belli. Pero esta es una voz propia, de ahora, que se interroga desde las lógicas postmodernas, o desde una modernidad líquida que en la poesía deviene en cristal.

“¿Qué enfermedad es esta,/ que otorga lucidez/ para mirar tan desgraciada inercia?”, se pregunta el poeta en el primer poema y que da título al libro, pero obviando el artículo “el”. Fijo este detalle, pues es una poética que sabe aprovechar la precisión del lenguaje; pero eso sí, sin descuidar el involucrarse en los avatares, las contradicciones y las incertidumbres humanas. Por eso, esta pregunta inicial abre un derrotero de tribulaciones existenciales, mediante el cual se va configurando lo expresado en el título del libro: “Y/me veo,/ me veo, aquí: quiescente, así:/ muralla que se rasga”, “ser el fuego de intramuros,/ prisión triangular rodeada en gas,/ el despojo de uno mismo”, “Heme aquí, rodeado,/ con las vísceras de esta noche”, versos que señalan lo que en filosofía nos hablan Zygmunt Bauman o Slavoj Žižek o Byung-Chul Han. Solo que la poesía no explica (no es un comentario de algo) sino es la encarnación, es la y el performance del lenguaje que se ajusta a una verdad. Es lo que vemos en estos versos: “Hay una isla en una pecera,/ un mundo dentro de un sorbo,/ mientras observo a través del caparazón:/ muralla hecha de agua reseca.”

Aquí un poema del libro:


Del yo a la Observación


Soy amplio cristal que nadie rodea,
energía del aire,
reacción que desgrana color porque sí.
 
Veo sin ojos que la vida se consume
adentro con hazañas escogidas.
 
¡Cuánta resignación, cuanta rebeldía!
 
Ya no hay yo,
sino solo la brisa abandonada del centelleo.
 
Me convierto en palabras egoístas
que no flotan,
báscula del encuentro entre
el impulso observador
y la autocrítica dormida.
 
Mirase así la vida,
cual idea que goza del alivio
de no impartirla:
es una cumbre aislada
llena de menjunjes,
recipiente que regurgita sensaciones
que caen sobre mí primero,
y luego sobre el resto,
como lluvia que se escupe
pero que sopesa la tibieza
de no estar aquí;
soy blandiéndome en las caras como sajiro,
liendre en acción,
un conocido que vocifera
desde lo ambiguo y detrás de la solapa.
 
De he andar por ahí,
descolorando voluntades,
llenado mi vacío con otras mudeces.

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