Centinela


 

«A dónde mira el centinela». La restitución ética de la insobornable palabra en el término de una etapa y el anuncio de un recomienzo poético



Por David Antonio Abanto Aragón

Hacia allá vuelvo con lentos y tenaces recuerdos
a cumplir mi historia
tempus loquendi/tempus taciendi,
Vestigios (Gonzalo Pastor Editor, 1999)

porque esta casa no tiene nombre
porque aún no ha nacido
xxviii. Barbechar,
A dónde mira el centinela (APOGEO Editorial, 2022)

I

Los periodos de crisis social, económica y política —a los que, en estos momentos, podemos sumar la crisis sanitaria ocasionada por la pandemia de la COVID-19— por ser momentos de gran dinamismo histórico, de un potencial histórico en vías de actualización y/o redefinición, movilizan poderosamente a los creadores, esos captadores de las «nebulosas históricas» (como los llamaba César Vallejo), esos sismógrafos de su sociedad y su tiempo (según la imagen de Vicente Huidobro), para aprehenderlos en su totalidad.

Una muestra de ello es la reciente publicación de Miguel Ildefonso (Apolo, 1970), A dónde mira el centinela (APOGEO Editorial, 2022), poemario que, según se informa en la solapa del libro, «cierra un ciclo de escritura poética iniciado hace 35 años». Una escritura signada por un proceso ascendente en la creación de un estilo poético novedoso, hondo y de una límpida sensibilidad humanista. Una obra[1] con textos que cambian el rol de la lectura, ampliando y rompiendo los marcos restringidos por los catálogos del mercado editorial. Una obra que, en poesía, ostenta diversos reconocimientos, desde el Premio Copé de Oro (en opinión de Ricardo González Vigil, el premio de poesía más importante del país), en 2001, por Las ciudades fantasmas (Ediciones Copé), hasta el Premio Hispanoamericano de San Salvador (el cual se ha convertido en un referente para la poesía en español), conseguido por el poemario Un poema para Emily Dickinson (Valparaíso ediciones, 2021).

Su obra, en opinión de Luis Fernando Chueca, representa «una apuesta terca por la supervivencia desde las posibilidades de la poesía»[2]. Posibilidades que según el mismo estudioso están constituidas «por libros que son conjuntos de libros, reuniones de fragmentos de textos iniciales, flujos cargados de lirismo, textos híbridos, secuencias narrativas, dialogismo, intertextualidad». Carolina Fernández la compara, en una certera opinión que es sin duda extensible a toda la obra de Ildefonso, con «un viaje que transgrede con maestría el espacio y el tiempo en la convivencia cotidiana»[3] y que sustenta su esencia expresiva sobre «su base sintáctica sometida a prueba extrema, sobre la que florece el pensamiento y la vida»[4], en dictamen de Enrique Verástegui.

La obra poética de Miguel Ildefonso está conformada por poemarios imbricados entre sí, en cada uno de los cuales podemos constatar sus aciertos artísticos expresivos y su lograda ambición creadora (a nuestro juicio, una de las más osadas de la poesía peruana contemporánea en español) la cual no solo no decae, sino que —al contrario— se acrecienta en cada uno a través de la relectura. Lo dicho nos permite sostener que, en conjunto, estamos ante uno de los proyectos poéticos más totalizantes, complejos y abarcadores, erigido por poeta alguno de las últimas décadas.

II

A dónde mira el centinela nos presenta una poesía que anuncia la historia de la humanidad como una predicción que revela al lector una utopía ocurrida y que nuevos signos la vaticinan con una aproximación a la lírica oral a través de la palabra creadora en medio de la hecatombe pandémica (el epígrafe perteneciente al Libro de Ezequiel, Dixit et salvavi animam meam [Dijo y salvó mi alma], ya nos lo da a entender: la palabra también salva, la palabra es vida, vivir es ir hablando) que se niega a desaparecer.

Mantiene el lenguaje poético descarnado de figuras retóricas pero cargado de referentes de cultura popular en diálogo con la tradición académica erudita expresado con gran naturalidad el advenimiento de otro salvador, terreno y humano que asume como modelo el amor familiar conforme ya se percibe en la última sección del libro. En diversas entrevistas, Ildefonso ha comentado su decisión de entregar poemas sin el hermetismo de otras propuestas poéticas, y con una fluidez narrativa «fácil» de seguir por los lectores. Así, le dice a Karen Rojas Andia: «escribo como quisiera leerme y como quisiera que alguien me lea. Pero también pienso en el lector de la calle, en aquel que tiene necesidades, ansiedades y deseos. Voy hacia eso, hacia un doble diálogo»[5]. Esto otorga a sus composiciones densidad simbólica, mítica o épica a los sucesos abordados en ellas para testimoniar la condición humana con intensidad poética y hondura expresiva ajenas a cualquier tipo de sensualismo ramplón.

El título de la obra, A dónde mira el centinela, es ya un acierto enorme: remite a la indagación por la condición humana cautiva de la sucesión temporal bajo la mirada escrutadora del poeta/centinela, como si el tiempo la tomara en prenda para someterla al deterioro y la muerte, buscando impedir que el ser humano (y, de modo privilegiado, el poeta, su vocero más trascendente) se realice en la dimensión superior para la que está potencialmente capacitado: la eternidad de lo absoluto en poesía.

III

A dónde mira el centinela es un libro de meditada arquitectura, está dividido en cuatro partes: «Alguien voló sobre el poema del Cuco», parte inicial que desde el título nos remite a la película de Milos Forman basada en la novela homónima de Ken Kesey de 1962 y nos alerta para un diálogo a través de nuestros miedos encarnados poéticamente. Está integrada por diecisiete poemas, la sección más extensa del libro en la que se convoca a personajes que dan vida a una galería de seres signados por su monstruosidad, la fragilidad y la espectralidad para continuar en un crescendo eficaz la búsqueda de quien los ha abandonado y desamparado sin forma ni creencia; «Odas mentales», compuesta de seis odas atravesadas por la inmersión en los materiales artísticos de la realidad que permitan sentir y entender la misma realidad como substancia primordial de la poesía; «Canciones del enxierro», conformada por veintisiete composiciones numeradas, presentadas en tres estancias ([Yersenia Pestis], [Skjolden] y [Walden Pond]) trastocadas por los vicios del poder, la corrupción, el virus y la pandemia, y todo tipo de alienaciones que mantienen «deshumanizada» la condición humana con un tono predominantemente elegíaco que impacta ante tanta noche aunque con signos de una nueva temporalidad ante lo inmediato como materia dúctil que la escritura encarna y trasciende; y, por último, la sección «Barbechar» con treinta y tres breves e intensos poemas numerados, desplegados en tres estaciones ([Huartón Cruz], [Marcayoc] y [Kay]) donde «la muerte no tiene morada» (p. 131) con palabras que nos cobijan abriendo la trocha al futuro subordinando la realidad a una conversión en sensibilidad como resultado de las diversas gradaciones de la asimilación desplegadas en el poemario para permitir que la realidad dé una determinada constelación al cosmos poético emergido.

Entre cada una de estas partes se despliega una estrategia poética como propuesta total que invita al lector a establecer un nuevo vínculo entre poesía y pensamiento. En él se presenta una tensión que pone en un extremo el «trazo [de] una vida para esta forma humana/ de repartirme entre la soledad hacia adentro/ y la soledad hacia afuera/como si compitiera con Dios/ en su inquietante manera de mover el universo» (p. 11) y, en el otro, la energía salvadora del amor humano que redime: «porque así es como se ama con yugadas/ extraído nuevamente de la boca aquello/ que hemos digerido en paz» (p. 141). Se diría que fue creado para cumplir la misión de poeta-dador[6] para sintetizar lo esencial del cielo y del suelo para servirnos de guía en intima alegría del canto a los seres humanos siempre en riesgo de extraviarnos en la «selva oscura» de la existencia.

IV

A dónde mira el centinela nos presenta un banquete creador con vuelo lírico, hilos narrativos y conflictos dramáticos: una escritura poética totalizante que nos sitúa ante el cierre de una etapa y, estamos seguros, el comienzo de un nuevo período de renovaciones. En él se manifiesta la búsqueda de una forma expresiva del recomienzo. Desde sus propias vivencias y soluciones formales (exploración sintáctica y léxica, imágenes intransferibles), reelabora con sostenido aliento el legado de múltiples tradiciones poéticas y labra un mundo creador en el que el vitalismo desbordante e irreverente converge con el exteriorismo del ruido mundanal y callejero; en el que las composiciones lírico-narrativas cantan los dramas populares; en el que se expone el balance vital de las tribulaciones cotidianas; en el que se presenta el montaje vertiginoso de voces de las víctimas del sistema; en el que habita también una escritura concentrada, de versos escuetos y gran limpidez formal, de imágenes unidas por un tierno y, a la vez, visceral hilo interno, nada declarativo ni hermético; en suma, lector, una de las propuestas creativas más admirables de la poesía peruana actual.

A dónde mira el centinela nos da la posibilidad de intentar, una vez más, nombrar lo innombrable, lo aún sin nombre. Se constituye en una posibilidad de abrir los ojos «para cuando seamos niños» (p. 141) en lugar de tenerlos cerrados en medio de la oscuridad y la incertidumbre. Es una forma de hacer frente al abismo y «restituir la m al nombre expulsado de la saliva/ las manos en su espalda y desterrar el mal/ porque todos esos esfuerzos nunca fueron en vano» (p. 133).

Finalicemos con una cita de Miguel Ildefonso: «La poesía es ese velo invisible de lenguaje que aflora de la contemplación, la excavación en lo evidente invisible y lo visible oculto [las cursivas son nuestras]»[7]. La poesía, del griego ποίησις poíēsis, no solo es contemplación, es hacer, en el sentido de crearproducir y fabricar. El poeta es el hacedor y el dador de la palabra. A dónde mira el centinela nos lo demuestra de nuevo. ¡Claro que sí!

Independencia, abril de 2022
Año del centenario de la publicación de Trilce y año tres de la pandemia

[1] Un actualizado y detallado listado de títulos los presenta el propio autor en su blog Apolíneas y se puede ver a través del siguiente enlace: http://apolineas.blogspot.com/

[2] Palabras de presentación de El hombre elefante y otros poemas (Asociación Peruano Japonesa, 2016). El contenido fue publicado en la página cultural del diario Exitosa, el domingo 31de julio de 2016. El texto puede leerse a través del siguiente enlace: http://letras.mysite.com/mild080816.html

[3] Palabras de la solapa posterior del poemario Manifiesto de Ildefonso (HANAN HARAWI Editores, 2016).

[4] Palabras sobre Manifiesto disponibles en la página web letras.mysite.com a través del siguiente enlace: http://letras.mysite.com/mild190916.html

[5] Entrevista con Miguel Ildefonso: «Los poetas no pertenecemos a una industria editorial, estamos al margen del mercado». Diario Gestión. Disponible en: https://gestion.pe/tendencias/estilos/miguel-ildefonso-poetas-pertenecemos-industria-editorial-margen-mercado-153371-noticia/

[6] Consideremos que Dante: el que da, es el segundo nombre del autor.

[7] Museo apolíneo (Literatura en PDF ediciones, 2012), libro disponible en línea a través del siguiente enlace: https://literaturaenpdf.files.wordpress.com/2012/06/museo-apolineo.pdf


Link:

https://revistakametsa.wordpress.com/2022/05/01/a-donde-mira-el-centinela-la-restitucion-etica-de-la-insobornable-palabra-en-el-termino-de-una-etapa-y-el-anuncio-de-un-recomienzo-poetico/




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