"Presa de Lima" (De Somnium)
Presa de Lima
1
Presa es acaso la luz de la noche que no relata su ausencia. Sí, porque ella fue como la perfecta música de Dante. Y yo mantuve esa idea mientras aguardaba un vehículo silencioso en la avenida celeste. Allí sucumbió mi ser que tuvo la idea del amor del mundo. Y porque en la ciudad de oscuridad hubo un mar de deseo como esa pista que miraba apoyado en la luna, porque ella no volvió a su danza, y yo precisamente me volví una sombra fría en la presencia de su ausencia. Hubo un sentido bajo la neblina que bebí como un poeta en el Purgatorio. Ya mi vida se partía en esas leyes que ningún dios reclamaba. Era mi vida otra vida, un silencio que arrastraba por calles destruidas, en habitaciones de ángeles condenados a morir por la falta. Descubrí, entonces, que es falso lo del verbo en la perfecta Armonía. Era un ángel que más que musa era mi sombra destruida por mí mismo. Terrible. Absoluto y solo. Y todo lo que sufrí por la luz que me dejó desnudo en la ciudad, se entregó al más pequeño ruido. El canto de las ratas en los desagües. El amor de las ratas con sangre en sus hocicos sedientos de amor.
6
Soñé el Libro escrito por la ciudad, y la ciudad narrada por la noche iluminada por lo inmensamente lejano. Un film donde mi cuerpo también fuese la ciudad, donde todas las escenas serían el Amor que perdura luego en el sonido del Libro. Un orden del caos mantenido en caos, y donde la palabra no fuese palabra sino esencia del movimiento. Por eso, una escritura sobre otra, y sucesivamente, sería acaso la analogía de la destrucción mental del hombre al final del siglo. Para todo esto tuve el Amor hacia lo Absoluto que lindaba con el dolor de la noche. Mi Amor fue puro como toda la Realidad por la que tuve que desdoblarme en muchos seres. Y así para tener todas las palabras escritas comerciándolas en un campo soleado de papel. El Libro sería el cosmos manteniendo el misterio de su cifra en el develamiento existencial del hombre podrido en su propia piel. Yo tenía que ser como esa destrucción que anhelaba la ciudad. Lima, para todo esto, era oscura y olía a sangre, demasiado invisible como para decir que no era real.
9
Las tinieblas de Dante apretadas por los cuerpos de muchachos llegados a la hora marina. Los amantes de lo absolutamente bello, y los desnudos cuerpos de las muchachas que han masticado las gruesas hierbas como si fueran estrellas. En las filudas y brillosas rocas desearían tener el mar que rompe sus lenguas sobre sus muslos y el oscuro cielo que es la profunda boca a donde llegarían sus tortuosos gemidos. Nadie dice sus nombres, no es necesario, y en sangrantes miradas mascullan el lenguaje de la desesperación. Besos nauseabundos que destilan ideas formadas por el sistema involucrado desde antes. Frotamientos, y sobre todo la función de destruir ese mundo impuesto en el rostro de la divinidad muda. Los cromáticos vapores centellean con fugaces palpitaciones creando un único movimiento alrededor de la idea principal de todo esto. El centro creado para ello, ahora se yergue por sobre las espaldas y los muslos que, sufridos, gozan la espectacular escena de Amor. Los muchachos, sin embargo, desconocen el significado de lo que estoicamente llora. Su amor no es de nadie y por eso todos creen que bajo el mar de la noche está el verdadero paraíso. Así será para el resto de sus vidas, un paraíso por el que Dante conoció primero las tinieblas de Lima.