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LA MÚLTIPLE IDENTIDAD POÉTICA: “NN” DE MIGUEL ILDEFONSO


Por: Carlos E. Luján Andrade


En los libros de un poeta, debemos descifrar el dominio de este sobre los elementos, la conversión de la tinta en símbolos reales u oníricos que nos den pistas sobre el camino que nos quiere marcar. Lo escrito obedece a la necesidad de dibujar lo vivido sobre la nostalgia sentida en el tiempo presente. El libro NN del poeta Miguel Ildefonso es un viaje poético donde la ensoñación, la muerte y la coronación de la vida en imágenes, se dispersan en testimonios universales de desencanto. El resultado es una variedad de relatos que muestran la belleza en la tristeza, el atropello en el descanso o la lucha en la resignación.

Miguel Ildefonso, a pesar de los textos en prosa, no escapa de su poesía. En estos siempre alumbra el poema en su narrativa, dando una atmósfera en el que el sueño domina la materia. Es por eso que a pesar de iniciar este libro con un pertinente segmento llamado La Inmunidad de Rebaño, logra ascender y transformar una tragedia epidémica, en un grupo de experiencias donde quiebra el tiempo, lo inevitable de la muerte y el desencanto de lo que le rodea porque siente que debe sobrevivir buscando la libertad que le otorga la imaginación. Se siente asediado por la muerte y es por eso que reflexiona profundamente sobre ella. Así nos dice en uno de sus relatos: “Esos gallinazos no venían a comérselo simplemente, venían a decirle que la muerte no era la que se llevaba a la gente que estaba en pánico o en incertidumbre. La muerte no venía, sino que estaba antes que la vida misma”. Así, es consciente que aquello que nos abate es la angustia por convivir con la idea de lo finito del ser. También afirma: “Lo que mata ya no es el demonio, sino de la ráfaga del miedo que determina la situación de los que pasan con pena o desafiando lo que un apocalipsis no puede llegar a hacer”.

Dentro de aquellos testimonios, desea dejar en claro la trascendencia de su pluma con historias que descarnan el tiempo presente, porque a pesar de que la materia se va degradando por la tragedia sufrida, el legado perdura. Ildefonso sentencia: “La poesía nació con el olvido futuro por adelantado. Cuando ya no tenga cuerpo, el poema podrá respirar solo”.

En el capítulo llamado De Nietzche a Niche. Una filosofía para bailar, el autor dialoga con sus maestros o individuos que por su talento admira, no en conversaciones convencionales, sino que fusiona la experiencia de vida con lo leído, entendido y asimilado. Da saltos temporales alucinados en el que expresa sensaciones, así podemos ver en un escenario a Anita Barber y a Nina Hagen escuchando una canción de Duran Duran. O a su encuentro con Paul Simon en la avenida Wilson o el íntimo diálogo con un Beatle convertido en un cantante callejero del Central Park. Beethoven y Tchaikovsky están presentes proyectando, quizás, las mismas fórmulas y pesares del proceso creativo del autor. Una sentencia nos da un ejemplo: “Beethoven había compuesto esa noche lo que se llamaría Para Elisa. Dicen que la dedicatoria era para Teresa. Dicen que era para otra dama, otras damas. Pero qué importa para quién era. Es como si dijera que el universo se creó para alguien”. A la vez, escudriña la filosofía de Rousseau y Spinoza como si el espíritu poético tomara posesión de ellos y hubiera dominado su razón. Haciendo muy humanas y emocionales las ideas más profundas del intelecto. Y yendo aún más lejos, Ildefonso destapa el hilo conductor de la lógica en sus encuentros con la cantante Olivia y Nico, donde sobrevuela a milímetros de la realidad. Y si bien recibe de ellos alguna confesión que lo trastoca como lo dicho por Olivia: “¿Sabes? Lo que vemos, eso somos. Así que estamos allá arriba, Miguel. Ahora solo somos el reflejo de lo que está allá. Tan lejos y tan cerquita. Las estrellas parecían oír lo que me decía Livvy. En eso sentí su mano izquierda, blanca, encima de mi mano derecha que casi no se veía. Fue ahí cuando sentí paz quizás como nunca, quizás después de muchísimo tiempo”. También intenta dar el consuelo a un delirante Holderlin con una anhelada aparición de su Diótima para que lo rescate de su vieja locura.

Giordano Bruno, Montaigne, Empédocles, Bosch, Brueghel, Munch, Goya entre otros, son también protagonistas porque en sus tormentos y dudas, hay complicidad con el autor. La coincidencia de pesares con los del tiempo presente los hace más humanos. Le quita el velo de la grandiosidad y los reduce a almas intrigadas y sufrientes que batallan como todo artista, con el pesar de sentir el peso de su época sobre ellos.

En el segmento llamado de forma particular Vacío de Bootes, esa zona del universo casi carente de galaxias, refleja la inmensa mirada hacia el interior. Porque vacío implica soledad y cuando esta llega, la introspección nos obliga a reducirnos a lo mínimo para hallar una señal que nos indique hacia dónde va la vida. Ildefonso dialoga con Cristo sobre problemas mundanos y cuando le pregunta si él lo salvará, él le responde que no lo sabe para después desaparecer. Ante tal desconcierto y rendido en seguir buscándolo comprende que él mismo debería encontrar las respuestas a las preguntas que no le hizo a Cristo. En esa falta de certezas, es que encuentra un motivo más para continuar con su existencia.

En los relatos contenidos en esta sección, se mimetiza con la naturaleza, descarnándose así mismo. Se percibe uno solo con su entorno, así como apreciamos la desaparición del hombre en su intrascendencia, reduce la política a la nadidad y hace de la práctica poética un ejercicio natural del hombre. En un momento, al referirse a un perro llamado Manchas, escribe: “(…) le gustaba ir al parque, en el Grass oler; olía todo, el cemento también. Al volver lo dejaba en el patio de la entrada, y yo me metía a seguir escribiendo. Escribir era mi forma de oler también. Olía mis recuerdos, olía mis heridas, olía los perfumes de las mujeres que amé en parques, en ciudades, en playas”.

Es inevitable sentirse a uno mismo en el vacío, es ahí donde comprendemos el paso del tiempo en nuestro flujo sanguíneo y el esfuerzo del movimiento de la materia ante una implacable gravedad. En tal viaje al centro del cuerpo, es que el universo cobra otro sentido. Ya no somos la estrella solar de un sistema, sino un meteoro condenado a desaparecer cuando la fuerza inmensa de un planeta nos absorba. Ildefonso lo comprende, es muy claro para él. Y nos dice: “Pero sabía que había que parar algún día. Las articulaciones empezaron a doler, el cansancio venía más rápidamente. El cuerpo lo traicionaba. Era lo último que podía esperar de la vida. Aunque, también el hecho de que pareciera que su cuerpo poco a poco le iba dejando de pertenecer o que iba cambiando de un modo que el no quería aceptar al inicio, lo cual hacía que tomara otro tipo de conciencia de sí mismo. Entendía mejor el amor, por ejemplo; y también el odio y el rencor, y por último, la culpa. No había una respuesta o explicación completa para cada cosa, para cada cosa por separada”. Nos hace ver que todo aquello que es existencia, también es dolor y que para aminorarlo, se puede buscar refugio en su comprensión, en los versos de Silvia Plath, el calor de Mary Shelley, la compañía de Alejandra Pizarnik o las caricias de Virginia Wolf.

¿Dónde queda el futuro? ¿Quiénes lo habitan? Parece preguntarse el autor en el capítulo denominado Sarah O`Connor y otros futuros. Ejercita una hipótesis imaginando a un personaje de una vieja película futurista. Ella es el soporte para reflexionar sobre el individuo inmerso en una sociedad que la devora. El autor nos habla del futuro con personajes del pasado que son parte de cómo se veía el porvenir hace unos años. Sostiene la visión futura en lo que ve del presente. Bruce, otro de sus personajes, que huye del ejército de los 12 apóstoles en medio de una pandemia, no ve otro sentido a la vida que sobrevivir porque el mundo se ha echado a perder. Cuando su amante, Maris, le pregunta: “¿Cuándo empezamos a fallar, Bruce?”, él le responde: “El humano es así, en toda época ha sido tal cual. Los sistemas varían según la tecnología con que cuentan. El político es el ser más voraz que puede haber. El político fue creado para la depredación. Solo cree en las armas, solo cree en la conquista, solo le importa el poder. Fue cuando la tecnología llevó al límite del uso de ese sentido de explotación de la naturaleza, cuando la distorsión de la historia se hizo desastre. No hubo ya tiempo para enmendarlo. Había que pagar las deudas que nacieron al comprar la ilusión. Nos drogamos. Y ahora estamos en ese punto”.

En la reflexión sobre los mundos futuros se muestra asfixiado por las consecuencias devastadoras de sobrevivir en una ajena realidad. Niega su existencia ya que comprende que esa es la manera de salir de las “coordenadas” que nos sitúa en un espacio y tiempo. El personaje llamado M, es descrito de esta manera: “M era un ente. No tenía vida, pero tampoco era algo sin existencia. Estaba en el mundo. Se situaba, se trasladaba (…) El dolor era algo que, si pensaba en ello, existía. No todo lo que dolía existía. Y no todo lo que existía tenía que ser pensado”. La mayor idea que se desprende o se proyecta en las líneas de este capítulo es la fuga de la conciencia sobre lo material que al fin y al cabo penetra en nuestro ser y nos somete. Ildefonso, toma por delante al espíritu y lo hace sobrevivir a pesar del cuerpo.

Sin embargo, no se detiene en la contemplación, sino que en el capítulo Groenlandia, nos acerca a lugares, ciudades, pueblos donde la intensidad del amor lo llevaron a nutrir sus escritos porque como nos dice: “Vivir es el borrador de todo lo que luego escribo”. Así como también confiesa que en el tour vivencial está presente la bebida abundante. El encuentro de grandes pasiones con el alcohol le enseñaron a beber, pues sentencia: “A cocachos aprendí a beber en tardes como esta”.

En los relatos contenidos en Groenlandia, testimonia los idilios que cada ciudad marcó en su educación sentimental. Como amante o testigo de amores ajenos, los espacios visitados son un pretexto para sostener reflexiones profundas sobre las pasiones y el paso del tiempo como en el texto denominado Roma: “Nuestras manos desnudas, sedientas, tocan las columnas antiguas que ya no sostienen nada, como nosotros que nada podemos soportar si no es caminando; pero nos sentamos un rato en esas gradas, sentimos las pisadas de tropas militares que descienden, te echas en mis muslos. Los caballos están en las partes altas de los palacios, deben sentir al viento como César en su discurso de poder olvidado. Salvo el poder todo es ilusión. Salvo el amor todo es poder. Nos dejamos llevar por los caballos de la templanza entre callecitas para encontrar un café y sentarnos, y preguntarte si queda algo que perdonarnos. O quizás lo mejor es olvidar todo lo pasado. ¿Pero cómo olvidar lo pasado estando en Roma?”.

Cada lugar nombrado como Florencia, Teruel, Granada, Paris, Venecia, El Paso, Nueva York, Chincha, Guayaquil entre otros expresan particularidades propias de tales ciudades sin describirlas, sino que las vemos en la interacción alucinada y pasional del poeta. La evocación, el ensueño y la anécdota se funden y mimetizan para formar pinturas móviles de recuerdos que germinan al inocularles la imaginación.

El libro concluye con el capítulo llamado Estación Durham. Ildefonso aborda el hilo de un idilio con pensamientos contemplativos desde una mirada que se enfoca en lo aparentemente insignificante como unas llaves, una habitación, un avión, el televisor y los coloca como testigos que envuelven su concepto del amor por instantes inmóvil como nostálgico, que vivifica o nos destruye. Las metáforas abundan, se confunden con el mundo onírico en el que nos zambullimos cuando hay pasión de por medio.

Nos muestra en las siguientes líneas la síntesis del universo amatorio: “Hay un abismo que los une en vez de separarlos como siempre. Ella tendrá que soportar los ecos dolorosos cuando sea el parto. El tendrá que amarrarse el brazo para que no llore el húmero cuando tenga que partir. Entonces hay un cuerpo y otro cuerpo y viene uno más, y el vacío en vez de encogerse crece como un globo, como un globo sin aire. El globo arruga, se encoge, y aun así el vacío es inmenso como una montaña. El mundo es una montaña que carga un gigante. Uno procura entender cómo es el abismo cuando se siente el vértigo. Uno comprende el abismo cuando hay amor”.

NN es un libro poderosamente poético. No hay escape. En su lectura experimentamos ecos sentimentales, recuerdos y reflexión. Inevitablemente nos hacemos cómplices de su experiencia porque parece, como dice su título, que no pretende identificarse con nadie, pero puede ser cualquiera, cualquiera con un espíritu sensible.

Parafraseando la contraportada de un libro de Gastón Bachelard. Esta obra es el obsequio de un gran escritor a sus lectores. En el que otorga no solo su poesía, sino también su filosofía sin pretender ser filósofo. Es un poeta que se arroga el derecho de soñar despierto.

https://periodicoirreverentes.org/2023/02/27/la-multiple-identidad-poetica-nn-de-miguel-ildefonso/


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