2 Poemas de “Crisis Poética” de Harold Wilson


 

HAGO DE TUS PAREDES DE TOPACIO
la mano de mi padre llevándome
a hacer trámites
y colas largas
que malgastan los gestos de las gentes cansadas de esperar un sello.
 
Hago de tus pasajes de lodo y orina de pato
mi camino estrecho a la casa de la abuela
sobre las escaleras de las faldas del San Cristóbal
y el sabor del cocoliche engriéndome la boca.
 
Hago de tu alameda
un valsecito zalamero
que aún practico en mi cuarto
esperando que un
cariño bonito me rasque la cabeza
con sus ojos chinitos.
 
Hago de tu Barranco
el punto de mi suicidio
fallido
donde quedaron mis suspiros colgados del puente
viendo que hay más calles por caminar.
 
Hago de tu costa
una zurda majestuosa que me lleve
en tsunami
por tu litoral.
 
Y hago todo esto
con los ojos bien cerrados
y la nariz distraída
para negar que te pudres
y que no todos son felices
que se nos queman los edificios y las personas en ellos
y los demás vemos los destellos de las llamas
incendiarlos:
y aplaudimos
y lo grabamos y compartimos
sin cuestionar
de qué se alimentan los gallinazos.
 
 
 
AHORA TE CAMBIO EL NOMBRE
y eres clavel
y la mesa es santuario
y mi giro es un beso
y mis manos un lujo
y tu piel es mi lienzo
y me saco la cara que es mi vestuario típico de limeño siglo XXI
y te hago el amor que ahora es hablarte
y te vivo perfectamente atada a mis sienes que ahora son mis caderas
y mis manos son lagunas
y ahora tu nombre es Petra
y yo soy Calígula
y tú eres granizo que cae del suelo
porque la gravedad va simultánea con las pasas que he puesto en tu yogurt.
 


 
“Aun cuando son poemas intensamente líricos y lúdicos, hay en este conjunto un aliento épico que pocas veces se da en la poesía de estos tiempos; pues la potencia de la voz del sujeto poético se impone a ese mundo fracturado, fluctuante, evanescente. Más que un aliento melancólico, la voz es cuestionadora. Crisis poética de Harold W. Wilson Pereda es un libro contundente y necesario, de una voz madura pero que no pierde ese sentido fresco y honesto, y que no deja de fascinarse por las cosas sencillas. El coloquialismo se reinventa descentrado, no antipoético pues ya no hay el peso de ‘lo poético’. Una poesía, más bien, que busca la filiación de otras voces, asume ese instinto de ser no uno sino múltiple, para hablar no desde un único yo, sino desde la disparidad del amor, en sus diversas facetas, para abrazar una nueva utopía. Pues, ¿cuál sino la de instaurar una utopía es la misión de los poetas?”

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