2 Poemas de “Idola o el Leve Nombre de las Cosas” de Ugo Velazco


 
Nada se Queda Conmigo
 
A estas alturas uno va devolviéndole al ruido lo que le pertenece:
su infatigable eco, su tacto enredado…
Nada se queda conmigo.
Solo la poesía me pertenece como un campo baldío,
como lluvia derramada,
solo la poesía y esa atenta obsesión por el misterio,
ese gozo secreto de no ser descifrado,
ese saberse delincuente bajo la lluvia, entre calles,
con extraños en los pasillos honrados,
en callejones sin salida, en los bares ocultos,
en las mesas decentes.
 
Y la poesía era un derecho natural como tener un nombre correcto
o vivir más de la cuenta siempre pensando, pensando,
en el exagerado embrujo del poema honesto, bien calibrado,
que los vecinos no advirtieron en tu rostro
y mucho menos en tu ropaje de pájaro derribado
que nadie nunca dudó siquiera de tu pudor ni de los libros
que te crecían ni de las mujeres que te hilvanaban con su desnudez
y menos aún de tu miseria terrestre.
Y la poesía era tan humana como una mano
o un arma perfectamente entendida para salir a matar decorosamente.
Y la poesía era un pretexto para intervenir en el espantoso mundo
aunque nadie creyera que merodear hambriento y solo y paria
era un poema al pie de la letra,
y mirar la luna como un gigantesco caracol nocturno
un poema derecho y perverso,
y destruirse en prostíbulos con amores fraudulentos
un poema doblemente perverso.
La poesía era tan humana que se gastaba como una pala
o una moneda en manos ajenas.
Pero acaso hay quienes sospechan que la poesía existe por sí misma,
sin necesidad del hombre que la piense o la cumpla;
que es probable que su conjuro se mantenga en el humor tosco
de la materia primitiva de una roca terminada o un fósil podrido,
en la exudación original de una criatura rudimentaria
o en la costumbre callada de las algas dentro del río.
 
Ahora solo soy capaz de la desdicha.
La poesía no tiene nombre, el poema no empieza, no termina
no se abandona a tales ruinas.
Ahora solo soy capaz de la desdicha, sábelo:
El poeta es superior a la verdad o a la mentira;
y el poema desafía como si fuese uno mismo,
como si fuese una manera de acomodar el rostro
y no amontonarse vencido.
A estas alturas uno va devolviéndole al ruido lo que le pertenece;
nada se queda conmigo.
La poesía crece sin pedir permiso
a 1011 células sanguíneas por día,
cuidadosa, pulsátil, impasible, como el vientre de un insecto.
Y la poesía es sonido enterrado,
ADN impecable, callada herencia, sangre agrandada, invención perpetua
 
 
 
 
Hay Días
 
Hay días en que me pudro como un pájaro en el suelo.
Hay días en que me crecen palabras y las escucho agrandarse sobre mí.
Hay días en que me pierdo en el estallido núbil de una sonrisa conocida
y en el estallido también de unos senos como dos suspiros.
Hay días en que no puedes verme,
me borro en la lluvia, me desmorono en su palacio invisible
y nadie sabe que todo, todo me traga como una bestia atormentada:
la ciudad, los árboles, los pájaros, los poemas pronunciados.
Hay días en que mi trabajo consiste en calcular el peso correcto
de la hoja que cae
y mirar el aire calladamente;
husmear en los parques y considerar el desarrollo volátil de las palomas.
Hay días que no existen y son como ese estarse solo de las pirámides,
indiferentes del tiempo.
Hay días en que alguien camina conmigo y no dice nada.
Y días en que no tengo una moneda y su órbita porqué sentirme responsable.
Hay días en que amanezco sin cuerpo en el fondo de mi cama
y no tengo nada que olvidar ni por quién someterme a la memoria.
Hay días en que me vuelvo pájaro y me acumulo en el aire.
Hay días graves en que confundo la cosa con la palabra.
Hay días en que me reconozco en una persona que bosteza,
en otra que duda de su sombra, en otro que miente mientras sonríe.
Hay días en que muero una muerte terrible
como un pez separado del agua, como un animal roto.
Hay días en que alguien me agarra la mano y me lleva lejos, lejos sin que yo llore.
Cómo explicar todo lo que ocurre cuando abro los ojos y toco el mundo
y la luz es arquitectura incesante semejante al cuarzo y sus modales
y el tiempo persevera en la piedra y sus ademanes.
Hay días en que avanzo de espalda y pienso sin palabras.
Hay días en que soy otro y mi pobre nombre y mi cara y aun mis sueños no me pertenecen.
Y el cigarro que fumo me construye como un fantasma desenterrado.
Y el cigarro que fumo me siembra en el aire como un pájaro iluminado.
Y si acaso aún hay algo de humano en mí
es esa necesidad de ponerle a cada cosa un nombre exacto
y en silencio pronunciarme
para siempre.
 
 
 
  

“Son dos cosas que, a primera vista, se aprecian en la poesía de Ugo Velazco; primero, su afán rupturista a través de la experimentación y el trabajo con la forma, y segundo su arremetida permanente por lograr la poeticidad que rebase los límites permitidos. Con Idola o el leve nombre de las cosas se suma un elemento más: se adentra a una reflexión sobre la realidad y la familia. Al parecer hay rechazo a la inmediatez estética, y, por el contrario, encamina a una poesía que desborda en trascendencia y originalidad.”

Johnny Barbieri

 

 

“En Idola o el leve nombre de las cosas, Velazco propone la reinterpretación de la realidad con la fuerza destructiva de su lenguaje. De la mano de Bacon, nos conduce por un peregrinaje humano y futurista para generar pensamientos disruptivos mediante una crítica interior que transgrede lo preconcebido. Emprende un viaje imbricando procesos aviares, días de la semana, letras del abecedario, objetos cotidianos y lugares sagrados.  No sólo pretende crear figuras metafóricas, sino que nos ubica en escenarios inesperados, desde la estancia de aves en reposo que dibuja como un pentagrama de los tiempos de un vuelo sostenido o nos increpa la crudeza de morir asfixiado en un conteiner devorado por las llamas. Él avanza con su bestiario personal, sus caligramas, la profundidad de sus textos que se expresan en bytes y con una voz que calibra el mensaje concreto: y la poesía era un derecho natural como tener un nombre correcto. Finalmente, el poeta logra dominar su lenguaje caudaloso, pero su tránsito siempre lo aleja de los márgenes cómodos y levanta las cenizas en un puño para indicar que ahí hubo fuego.”

                                                                                                                           Indira Anampa Santa Cruz


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