En las arenas de Rudy Jordán Espejo


 

Entrevista a Rudy Jordán Espejo

 

Publicas En las arenas del tiempo en 2008 y Respiración artificial en 2015, dos libros de poesía que destacan por su amplio registro lírico. ¿Cómo ves hoy ambos libros?

Los veo con cariño, casi con ternura, porque pensar en ellos me recuerda momentos especiales de mi vida, huellas de mi paso por la tierra. Además, los libros me han llevado a conocer a otros poetas, lectores insospechados, estudiantes, ciudades, seres desconocidos con quienes te conectas a través del lenguaje y la emoción poética. Por ejemplo, una vez presentamos Respiración artificial en Pucallpa en medio de una lluvia torrencial. Es como si el libro te regalara cosas, te llevara de la mano pues tiene su propia existencia. Al mismo tiempo los veo con cierta distancia, no solo por el tiempo transcurrido sino porque publicar es también una liberación que te permite abrir otra puerta. Si bien la poesía anhela ser de todos y atemporal, era lo que yo podía escribir en ese momento. 

¿Nos puedes hablar de tus trabajos como documentalista, de Nueves días sin Fidel, Sobreviví al Holocausto, Covid, El Perú en cuidados intensivos?

Estos tres son documentales de más de 45 minutos que he dirigido y de los cuales me siento orgulloso porque capturan momentos que considero históricos. Nueve días sin Fidel fue grabado en Cuba en el 2016 y narra los nueve días de duelo nacional que se vivió en ese país cuando murió su líder histórico. Yo estaba en Cuba haciendo un curso de documentales con estudiantes de diferentes países del mundo. Era un viernes y estábamos celebrando el fin del rodaje de otro documental cuando de pronto la música se apagó y el rumor de la muerte de Fidel empezó a correr por los pasillos. Al inicio no lo creíamos, pero, casi por instinto, salimos a la calle a grabar junto a Jesús Lavandeira y Sofía Cabanes, dos colegas españoles con quienes codirigimos el documental. Logramos registrar imágenes muy frescas de las primeras reacciones cuando aún había mucha incredulidad sobre la noticia. Por eso el material tiene bastante de inédito, de original, pues los canales internacionales llegaron recién los días posteriores. En ese documental aprendí muchas cosas, una de ellas fue que ante un acontecimiento un país revela su verdadera identidad. Se genera una gran conmoción emocional que abre compuertas usualmente selladas o inaccesibles.

Por eso, con esa experiencia, cuando llegó el COVID al Perú yo tenía claro que era un acontecimiento que iba a revelar otras cosas que iban más allá de la pandemia en sí. Y lamentablemente así fue. Digo lamentablemente porque se evidenció toda la estructura errada, como la desigualdad, la pobreza, y las fallas de origen de nuestro país. El COVID nos dijo: ya estábamos enfermos, el virus nos revela. Para mí el documental es eso, abrir un telón, mostrar eso que no queremos ver, pero quizás sea necesario recordar. Esa era la tesis del documental: el virus nos revela y sobre esa idea fuimos buscando las historias, las imágenes. Con una idea en la cabeza y una cámara en la mano mediante la técnica del cine directo, que es contar a través de escenas, por eso es cine de lo real. Siempre trato de hacerlo con mucho respeto e intervenir lo menos posible. No intervenir no quiere decir ser pasivo pues uno interviene con su mirada, con los planos que elige, así esté en silencio por horas. El documentalista debe observar, abstraerse, es como una mosca en la pared. 

Sobreviví al Holocausto fue un trabajo muy especial que hice en el 2919 con el equipo de El Comercio. El documental trata la historia de cuatro niños que escaparon del Holocausto y llegaron al Perú a renacer. Esa era la historia en principio, pero luego, al conocerlos, nos dimos cuenta de que. a esos niños, que ahora son ancianos, les era muy doloroso contar porque al hacerlo revivían el pasado y con él la muerte de sus familiares: hermanos, primos, tíos, abuelos, padres. Ellos sobrevivieron al horror nazi, pero cargaron consigo esos recuerdos y todos ellos habían guardado por décadas ese dolor. Pese a ese dolor, que supe que era un dolor inexplicable que no podíamos comprender, tan solo acercamos, decidieron confiarnos sus historias para recordar a sus muertos, para liberarse, pero también para no olvidar. Imagina la gran responsabilidad que teníamos y el privilegio también. Así que hicimos lo mejor que pudimos y creo que, pese al corto tiempo, salió bien. Uno de los sobrevivientes, Lothar Rosseman, murió en agosto de este año. Una persona adorable. Fue muy triste. Espero que hayamos sido justos con sus increíbles historias.   

Como creador ¿qué diferencia encuentras entre la emoción de la escritura de la poesía y la intervención de la emoción cuando realizas el documental? ¿Cómo es el trabajo de la objetividad en ambos?

Yo creo que existe la poesía que es ese intento de renombrar el mundo y existe también, como esgrime Octavio Paz en el arco y la lira, lo poético, el instante o la emoción poética, como un fenómeno humano y universal que no solamente se da a través del lenguaje pero que puede convertirse en lenguaje poético o documental. Esa experiencia poética inefable, yo creo que, de alguna forma, la buscamos todos los creadores. Para mí es fundamental ya sea en poesía o en el documental. Incluso lo he intentado en el periodismo, que es mi carrera, aunque por sus corsets, allí es más complicado. Aunque hay un gran número de crónicas que alcanzan dimensión poética, algunas de García Márquez, de Kapuściński o de Capote, por ejemplo. El propio Guilllermo Thorndike lo logra. La emoción es clave en todo el proceso creativo, ella es la que te guía, pues ya sea la poesía o el documental, es el encuentro entre tu corazón y la realidad, en ese sentido creo que la objetividad no es posible. Yo me considero deliberadamente subjetivo, pero no creo que eso me aleje de la realidad ni me quite credibilidad. La objetividad es una retórica del periodismo para legitimar su función social. En todo caso se puede tener cierta objetividad en el método de trabajo, rigor, al buscar diversidad de fuentes, ser alguien que observa, como una mirada panóptica, omnisciente, pero el arte es siempre intencional. Yo creo que la subjetividad es más real, más honesta que la mentada objetividad. Si no es exagerada, la subjetividad nos puede acercar a la realidad en lugar de alejarnos. Quién sabe.

Tus documentales son crónicas de crisis colectivas, de sucesos históricos. Las consecuencias del uso o abuso del poder, en el tema de Cuba y del Holocausto. Y la catástrofe del poder de la naturaleza en la pandemia, que evidencia la precaria estructura de un país como el Perú. ¿Qué reflexión podrías hacer sobre esta situación crítica que vivimos?

Sí, la crónica y la historia siempre me han interesado y me imagino que no es casualidad que estén presente en los documentales. Aunque te confieso, Miguel, que al momento de hacerlos no lo pensaba conscientemente; creo que hay una gran cuota de inconsciente, pero también de suerte, de casualidad, pero bajo esa mirada borgiana que dice que la suerte no es más que nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad. Es decir que nosotros encontramos las historias, a veces, y muchas veces ellas nos encuentran a nosotros. Como las palabras al poeta, están allí reclamando nuestra atención. Contar es para mí un privilegio y también una responsabilidad y, en ese sentido, si bien no creo en la verdad como algo inamovible ni escrito sobre piedra, pues si somos subjetivos cada uno tiene su verdad. Sí considero que los documentalistas debemos tener un compromiso con la verdad, así sea que ella no existe, como decía Galeano: que sea "una utopía que sirva para caminar".

La situación que vivimos en el Perú y el mundo es dolorosa, terrible y fatalmente repetitiva. El ser humano es el mismo, el mismo monstruo proverbial en el Holocausto o en la Pandemia. El egoísmo es su ruina y pese a que lo sabe no recapitula, hay una proclividad por la destrucción, por dominar al otro. Eso me hace pensar si su conciencia, su don y su fatalidad, realmente existen o los estamos perdiendo o camuflando muy bien, o nos acostumbramos a vivir sin ellos. Pese a todo, aún creo en el ser humano, en que puede ser mejor y las cosas pueden cambiar. El otro día fui a grabar la marcha por la destitución de Vizcarra y había cientos, miles de jóvenes, también ancianos, heridos, pero con ilusión. Es una fe obstinada, pero sin la cual la vida no sería.

Vi en tu Facebook un video donde lees un poema nuevo. ¿Cómo va tu creación poética? ¿Qué proyectos nuevos?

Sí, a veces leo algunos poemas en facebook. Me da gusto saber que la gente se conecta, pero me parece todavía insuficiente. Creo que sí hay espacio para la poesía, para la emoción poética y tengo esa idea obstinada de poder hacerla llegar a muchas personas, de buscar la forma de hacerla masiva. No me gusta que la poesía sea muy restrictiva. Puede sonar iluso, pero creo que se puede y que es necesario masificarla porque la poesía, aunque muchas veces se la vea lúgubre, es también luz, vitalidad y en ocasiones puede ser un mensaje de esperanza, de que una realidad distinta es posible. La poesía hace que del dolor florezca una semilla. 

Respecto a mi creación poética, pese a que los documentales me han mantenido ocupado en los últimos años, siempre he estado escribiendo. Sobre todo, en viajes o a veces al ver algo que me impacta en la TV. Hace poco escribí sobre un mono anciano que gritaba solitario en una estepa. Algunas veces escribo crónicas, pero siempre busco la presencia de la poesía. Tengo poemas de lugares del Perú y del mundo, algo así como poesía histórica. Creo que va llegando el momento de publicar. Espero que pueda ser este año del bicentenario. No hay que dejar que las palabras se apolillen.


El Tuerto
 
Tengo un ojo medio tuerto
más pequeño y corto que el otro
como una ventana vieja que solo puede entreabrirse.
 
Un ojo caído, que ha nacido cansado,
me ha sido dado con desproporción más cristalina
que la de mis manos y otros miembros que creemos duplicados,
pero que son tan distintos como las aletas traseras
de las ballenas jorobadas o nuestras propias huellas digitales.
 
A diferencia del otro ojo,
que solo ve las imágenes que proyecta la luz,
mi ojo cojo, el medio tuerto,
puede ver la luz que oculta la luz
el destello que brilla no por el reflejo,
sino por su propia existencia.
 
 
Poema de la Esperanza
 
Escribo a media luz con el resto de mi sangre
sobre el fin de un tiempo muerto que aún no llega.
Alzo mi copa por la luna oculta en el aire
y brindo contigo por el tiempo que nos queda.
 
Ya estábamos muertos, aunque nadie se lo crea,
pues solo éramos cuerpos con el corazón bajo la tierra.
Éramos solitarias esferas, que el confinamiento no mienta…
Ya estábamos infectos, el virus nos revela.
 
¡Dios mío! ¡Qué triste es la ausencia!
Y qué feliz es la tierra sin nosotros.
Los delfines sonríen en el mar que ennegrecimos,
y el canto de las aves, melodía en los oídos.
 
Para albergar otra luz, para vivir mañana,
es hora de tomarnos la mano,
ponernos el alma.
Reflejo de mí son tus ojos,
no hay entre nosotros distancia.

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